El presidente Nicolás Maduro no fue a la
asamblea general de las Naciones Unidas… como estaba previsto.
Su intención siempre fue hacer ruido y
guardarse un lugar en la historia como un líder capaz de desafiar a la
comunidad internacional y, muy especialmente, al gobierno de EE.UU. tratando de
buscar el mismo efecto que siempre se arrogó el ex presidente cubano, Fidel
Castro, aduciendo atentados y amenazas contra su vida.
Maduro ya lleva el récord mundial de Guiness
en este apartado. Desde que asumió como presidente en abril, ya denunció
públicamente – sin prueba alguna en la mano – unos 25 planes específicos para
asesinarlo, de los cuales siempre involucró a ex diplomáticos estadounidenses y
al ex presidente colombiano, Alvaro Uribe.
Esta vez, para estar más en consonancia con
la altura del evento, Maduro empezó a escudriñar un plan de sabotaje de su
vuelo a China, por parte del gobierno de EE.UU. que le habría negado el espacio
aéreo – muy al estilo del percance sufrido por el presidente Evo Morales en
Europa después de su visita a Rusia. Luego agregó que el Departamento de Estado
le estaba las visas a su comisión de 124 funcionarios que le acompañaban y, por
último, tratando de desacreditar a Francia después de la investigación
gala-venezolana por el 1.3 toneladas de cocaína en un vuelo de Air France desde
Caracas, dijo que demandaría judicialmente a Airbus, por desperfectos en el avión
presidencial después de que permaneció en los talleres en Francia para su
arreglo, por más de cinco meses.
Más aún, luego el presidente Evo Morales,
retomando todos estos antecedentes creados por Maduro pidió en la Asamblea General
que la ONU debería mudarse de Nueva York para evitar la manipulación del
gobierno de EE.UU. Un pedido muy
parecido al del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, quien desde hace un año
viene tratando de neutralizar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
pidiendo que su sede sea sacada de Washington para ubicarse en un país
latinoamericano, como el caso de la Corte IDH que tiene sus oficinas en Costa
Rica.
Los argumentos de Maduro, cada vez más enmarañados,
no dejan de sorprender por su creatividad y falta de seriedad. Maduro es cada vez más predecible.
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