martes, 24 de septiembre de 2013

Rousseff tiene razón, pero…

Entre varios discursos presidenciales en la Asamblea de Naciones Unidas, el de Dilma Rousseff se destacó ampliamente por desafiar a la comunidad internacional y especialmente al gobierno de Barack Obama para que se termine de usar el internet como un arma de espionaje que contraviene el derecho internacional y la soberanía de los países.

Rousseff, indignada por el espionaje en internet de usuarios y empresas brasileñas así como las escuchas telefónicas de las que fue víctima, según relató Edward Snowden, a manos de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense, pidió una mayor regulación de la red mundial, además de haber cancelado su reunión con Obama en octubre.

Si bien la presidenta brasileña está justificada, su petición por mayores regulaciones al internet podría desencadenar un peligroso consenso. En especial de aquellos países que hace años vienen reclamando reglas más estrictas para el internet, no con el fin de que sea más ordenado y que se garantice la libertad, sino todo lo contrario. Justamente esos países, como Cuba, Irán, China, Rusia, Vietnam, Algeria, entre varios otros, es donde mayor cantidad de internautas siguen presos, acusados de diseminar en sus blogs información desestabilizadora para esos regímenes.

Rousseff no está entendiendo que el problema no es el internet, tal como está concebido. Sus críticas deberían estar dirigidas más bien a las acciones del gobierno estadounidense para el espionaje, el que utiliza no solo al internet sino a todo tipo de comunicaciones - electrónicas, telefónicas y satelitales – para su cometido, el cual está respaldado, en gran parte, por leyes y tribunales que las aplican en forma secreto.

El grave problema del gobierno de Obama es la falta de transparencia y el sigilo con el que envuelve todo tipo de tareas. Repito aquí un par de párrafos de lo que escribí en mi columna de junio pasado, titulada “¿Seguridad, privacidad o transparencia?”

“Obama debe revisar sus políticas de vigilancia sobre el internet, ya que no puede estar escribiendo con la mano lo que borra con el codo. Lo contradictorio, es que Obama fue quien ayudó al desarrollo impetuoso de la industria digital, instaló al internet como la panacea para el comercio y el desarrollo internacional, y es quien promociona que las redes sociales sean instrumentos para empoderar cambios democráticos como el de la Primavera Árabe y despotrica contra todo gobierno autoritario que restringe su uso.

Es lógico que el gobierno debe mantener sigilo para detectar terroristas, pero bien podría hacerlo en forma transparente, explicar sus políticas de vigilancia para que los usuarios de Facebook, Google o Skype sepan a qué atenerse o en qué plataformas pueden sentirse más libres o que no sean tratados como sospechosos.

Más que un debate ciudadano sobre seguridad y privacidad, lo que se requiere es una amplia discusión en el Congreso sobre el costo político, comercial y de credibilidad por mantener una vetusta cultura del secreto. Aunque disguste a muchos, tal vez el delator Edward Snowden, haya ayudado para que el Congreso se enfoque en legislar a favor de la transparencia gubernamental”.



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