Es difícil catalogar al
gobierno de Cristina Kirchner. No se trata de un gobierno populista, porque a
diferencia de los demás en la región, está supeditado a un partido político
tradicional, al peronista, no al propio; pero es obvio que actúa como si se
tratara de su propio partido.
Tampoco es un gobierno
totalitario, porque no maneja todas las instituciones, la oposición tiene
fuerza en el Congreso y la sociedad civil está conformada por organizaciones
que tienen condiciones para maniobrar. Además porque los métodos de persecución
política todavía son muy sutiles, sin llegar al escarnio de lo que
representaría el encarcelamiento de opositores y críticos del gobierno.
Se trata, sin embargo, de un
gobierno autoritario, testarudo, arrogante, irrespetuoso de la pluralidad política
y manipulador del sistema para disfrazar legalmente todos sus intereses,
estirando a las leyes y a la Constitución a punto de romperlas.
La actitud arrogante de los
funcionarios no existiría si el liderazgo de Cristina Kirchner fuera diferente;
respetuoso de las diferencias, calmado,
sincero y visionario. Mucho no se puede esperar de un gobierno que miente sobre
los índices de inflación, que insulta públicamente a los jueces cuando los
fallos no son a su favor, denigra a los opositores y medios de comunicación
cuando critican o señalan hechos flagrantes de corrupción, que no sabe entender
el porqué de los cacerolazos en protesta o que está inventando reclamos de las
bases para reformar la Constitución con el único objetivo de mantenerse en el
poder mediante reelección indefinida.
La reforma de la justicia,
bajo el argumento de que se quiere “democratizar”, es solo una muestra más de
la arrogancia del kirchnerismo, de querer gobernar a sus anchas, sin
democracia.
Nunca nadie dijo que la democracia
es fácil. Se trata de un sistema de balances, chequeos y equilibrio de poderes,
es decir trabas para que el gobierno no cometa abusos, obligando a respetar a
los demás poderes del Estado, la libertad de prensa, pero sobre todo la
voluntad del pueblo al que no se le puede engañar mediante procesos
fraudulentos que van más allá de las elecciones.
La perfección del sistema
democrático se basa en que puede ponerle coto a las aspiraciones arrogantes de
un gobierno. Cuando este trata de coartar esos controles democráticos,
indudablemente, se comienza a caer en la tentación de entender a la democracia como
el sistema al que deben supeditarse los intereses y beneficios propios.
Es ahí, en ese punto, cuando
la arrogancia se transforma en autoritarismo.
2 comentarios:
Hay algunos simples que creen que la democracia se alcanza con reportar mayoría de votos, aunque sean votos con chanchullo como los que sacaba Chávez y ahora el INMADURO.
Democracia es algo más elevado que eso, es una manera de vivir, es el repeto a la opinión de los demás, es la transparencia en el manejo de fondos públicos. En fin, es la posibilidad de exigir a los poderosos que rindan cuentas al pueblo que los elige.
en estos paises la democracia es amedias depende decomo avancen los govierno si en argentina 80% dela imformacion la controla el estado en venezuela los diarios que critican al govierno les tildan de mentirosos ylos amenasan y asta les pueden cancelar sus licencias quiren siempre esconder la corrupcion y el mal manejo de los rrecursos y que nadie les Reclame asi es maduro y la senora millonaria de la argentina
Publicar un comentario