Desconfío de aquellos que se esconden detrás de una máscara para hacer el bien, administrar justicia o alcanzar sus fines sin importar los medios que utilizan. Por eso no creo ni en las reivindicaciones de encapuchados de la ETA, ni en los propósitos de los hackers de Anonymous, que se esconden detrás de la careta de Guy Fawkes del film “V por Venganza”.
A primera vista, las causas de los agitadores pueden parecer nobles y fascinan, porque todos guardamos esa simpatía por el espíritu justiciero y equitativo de los superhéroes como el enmascarado Zorro o de quien se esconde detrás del antifaz de Batman, para que los corruptos y abusadores no queden en la impunidad. De ahí la esperanzadora bienvenida brindada a grupos como los “Matazetas” en México, que prometen aniquilar con las mismas armas a los sanguinarios narcos del cartel de Los Zetas; o a Anonymous, piratas cibernéticos dedicados a una limpieza digital, contra gobiernos y corporaciones que consideran corruptas.
El riesgo es que a favor de la justicia anónima y por manos propias, en América Latina ya hemos sido testigos de muchos casos que desembocaron en mayores injusticias. Basta recordar a grupos paramilitares y parapoliciales de Argentina, Brasil, Colombia, Guatemala y El Salvador, que con la venia e instigación de los propios Estados, se transformaron en escuadrones de la muerte, confundiendo justicia con limpieza social.
Anonymous cobró esta semana la primera víctima de su limpieza digital. Su “Operación Justicia El Salvador” quizás fue lo que precipitó el martes la renuncia del ministro de Seguridad salvadoreño, Manuel Melgar. Días antes, los hackers atacaron y saturaron con éxito cuatro sitios de internet oficiales del gobierno salvadoreño, en protesta por la “ola de violencia que agobia al pueblo” ante “la gran ineficiencia” de los funcionarios a cargo de la seguridad pública, lo cual ha convertido a ese país en uno de los más peligrosos del mundo, según Naciones Unidas.
El 5 de noviembre, día del ataque al gobierno de El Salvador, Anonymous también tenía previsto una acción mucho más peligrosa. Había dado un ultimátum al cartel de Los Zetas para que libere a uno de sus hackers secuestrado en la ciudad portuaria de Veracruz. A cambio, no delataría a funcionarios, periodistas y empresarios que supuestamente trabajan o colaboran en las filas de los narcos.
La expectativa de “justicia pública” o de que se haría justicia al fin, creció con optimismo por unos días, en especial entre quienes critican al gobierno de Felipe Calderón por su ineficiente combate al narcotráfico y crimen organizado. Pero de repente, Anonymous abandonó su campaña horas antes del ultimátum. Algunos miembros argumentaron en las redes sociales que su compañero había sido liberado, pero la mayoría admitió que temían represalias del cartel de Los Zetas, que amenazó con matar a todo aquel que oliera a activista cibernético o que usara una careta de Fawkes.
El miedo no es tonto. Los hackers se sienten vulnerables. Saben que no son los únicos diestros en el manejo de software maligno y que no es lo mismo saquear un sitio oficial de internet y exponerse a ser arrestado por la policía, el FBI o Scotland Yard, que quedar a la suerte de los narcos, expertos también en ciberdelitos y ciberespionaje. Esta semana, otro activista de “Nuevo Laredo en Vivo”, sitio mexicano dedicado a denunciar en forma anónima actividades de los narcos, fue decapitado, la cuarta víctima en dos meses. Otra periodista de esa ciudad y dos jovencitos que denunciaron delitos de los carteles por Twitter y Facebook, también fueron asesinados.
Además del peligro físico, acciones como la de Anonymus siempre terminan en mayores males. Muchos, aprovechándose del anonimato y de la máscara, suelen usar el nombre y las acciones del grupo para difamar a honestos y cometer otros crímenes.
Lo peor es que Anonymous, teniendo el buen objetivo de predicar la absoluta libertad en el internet, con sus acciones delictivas digitales termina incentivando a los gobiernos a crear mayores restricciones al ciberespacio. Por eso, sería mejor que se olvide de su cruzada al estilo Batman, se saque la careta, y luche a cara descubierta como Bruce Wayne, el héroe de carne y hueso.
2 comentarios:
El artículo tiene mucho de razón, pero hay que tener en cuenta que mucho del atractivo de la Internet es la posibilidad de decir lo que uno quiere sin tener que mostrar su nombre.
Si vamos a caer en las mismas reglas del periodismo escrito, cual es el chiste?
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