A Cristina de Kirchner le salió el tiro por la culata. No quiso juntarse con Mauricio Macri en el Tedeum de la Catedral de Buenos Aires como parte de los festejos del bicentenario del 25 de mayo de 1810 - por sus irreconciliables diferencias políticas - y prefirió la Basílica de Luján.
Pero en ese otro Tedeum fue sorprendida por el arzobispo Agustín Radrizzani. El prelado, quien lejos de mostrarse como patriota demagógico, prefirió tomar el toro por las astas e hizo un duro cuestionamiento contra su gobierno, y pidió "una justicia más efectiva, una mejor y más equitativa distribución de la riqueza, y una mayor independencia de los poderes republicanos".
El arzobispo habló del “desafío insoslayable” que tiene la democracia argentina para el período 2010-2016, fecha en la que se celebrará el 9 de julio de ese año el bicentenario de la independencia del país, para, entre otras cosas, mejorar la calidad de las instituciones, hoy por hoy, uno de los problemas más agudos que sacuden la confianza de todos los ciudadanos.
En un elocuente discurso, pidió además algo de lo que carece la dirigencia argentina: diálogo, más allá de partidismos e intereses personales.
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