lunes, 26 de abril de 2010

Incredulidad en el sistema

Temo que las denuncias del ex embajador argentino en Venezuela, Eduardo Sadous, sobre sobornos que habrían pagado argentinos para hacer negocios con los venezolanos no llegarán a puerto alguno. Asimismo descreo que se sabrá algo más sobre las denuncias respecto a la famosa valija venezolana de Antonini cuyo destinatario fue el proceso electoral de Cristina de Kirchner ni sobre el enriquecimiento ilícito de la pareja presidencial.

Tampoco tengo fe por las denuncias sobre corrupción que involucra a los familiares y funcionarios más cercanos de Hugo Chávez o las que hizo un juez español sobre las conexiones Eta-Farc en suelo bolivariano.

No es que no funcionen las denuncias ni haya que rasgarse las vestiduras por la falta de periodismo investigativo. Lo que falla es que funcione el sistema judicial, para mí, la institución más débil y comprometida en toda América Latina.

Prefiero un sistema “imperialista” como le llaman los neo dictadores latinoamericanos, pero donde la justicia funciona en forma independiente y en el que los ciudadanos tenemos mayores garantías de equidad ante los corruptos o cualquier desviación.

En estos días, tres compañías estadounidenses perforadoras de campos petrolíferos están en el taburete de los acusados por pagar sobornos “para obtener o prolongar contratos con entidades públicas venezolanas”, como informaron agencias internacionales de noticias.
Pride International Inc., de Houston, Texas; Helmerich & Payne, de Tulsa, Oklahoma y Team Industrial Services, de Alvin, Texas, podrían tener que pagar multas millonarias si prosperan demandas en su contra por violar la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero al haber pagado comisiones o sobornos a funcionarios de PDVSA, la estatal petrolera venezolana.
Como siempre se prueba, no es que no haya corrupción en Estados Unidos, sino que esta tiene patas mucho más cortas debido a la mayor equidad de la justicia.