Hugo Chávez inventó – por enésima vez al cuadrado - otra conspiración, un supuesto atentado contra su vida, para excusarse de no asistir a la Cumbre Iberoamericana en El Salvador, aunque todos saben que la verdadera razón es que no quiere salir de Venezuela para seguir influenciando sobre el proceso electoral del 23 de noviembre próximo donde se juega parte de su revolución.
Chávez sigue comportándose y haciendo propaganda como si se trataran de elecciones presidenciales, con un protagonismo desmedido en el que acusa a los adversarios de los chavistas de golpistas, narcolavadores, narcotraficantes, terroristas y corruptos, epítetos con los que un aparato judicial adicto proscribió a unos 300 políticos opositores.
Chávez sigue utilizando los recursos del Estado como si pertenecieran al gobierno, no como si fuera un administrador, por lo que el más corrupto de todos es él mismo. Además, aunque siempre acusa de golpista y conspiradores a los demás, Chávez es realmente el golpista, por ejemplo el domingo durante una de sus interminables cadenas, amenazó al líder opositor Manuel Rosales – quien se postula a una alcaldía de Maracaibo – de que lo sacará con los militares si es necesario, acusándolo de ser uno de los financistas de un grupo de ex militares terroristas venezolanos.
Chávez es un tipo peligroso, porque a pesar de que pueda perder sus chances en estas próximas elecciones (seguramente la oposición que tiene 2 de 24 gobernaciones logrará arrebatarle otras importantes) siempre se las ingeniará para sacar provechoso de la situación inventando conspiraciones a diestra y siniestra para justificar sus acciones. Ya perdió duro una vez, el 2 de diciembre pasado con el referendo sobre la nueva Constitución, sin embargo meses después, con una ley habilitante, decretó 26 leyes con las que dio vida a sus proyecto socialista derrotado en diciembre. Chávez es Chávez.
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