Esta mañana mientras estaba inaugurando un seminario sobre seguridad y protección para periodistas en San Pedro Sula, aquí en Honduras, me encontré con una sorpresa en el diario La Prensa. Una delegación de la policía chilena de Carabineros llegó al país para hacer una evaluación de la policía nacional, bajo el ánimo gubernamental de tener que depurar a las fuerzas del orden ante la fama de corrupción infiltrada en sus filas.
El gobierno de Porfirio Lobo no es la primera vez que intenta y habla de depuración policial, pero esta vez parece más serio después de que solicitó ayuda a los gobiernos de Estados Unidos y España, entre otros. Digo que esta vez va más en serio, porque es una actitud que asumió después de que el hijo de una rectora de universidad fue asesinado por varios policías, lo que provocó consenso nacional de todas las fuerzas políticas y de la sociedad civil sobre la necesidad imperiosa de un cambio y porque además las fuerzas del orden quedaron vulnerables, con la guardia baja, sin ninguna otra opción que aceptar esta imposición de cambio.
Creo que esta vez se trata de un punto de inflexión, y por eso puede ser que esta campaña, al contrario de las anteriores, tenga éxito. Los Carabineros es sin dudas la fuerza policial más honesta de América Latina y un excelente espejo, al menos el mejor, del que se pueden extraer enseñanzas sobre décadas construidas bajo una cultura de la que se destacan valores fundamentales anti corrupción como los de rectitud, transparencia, rendición de cuentas y calidad del servicio.
Sin dudas el ejemplo de Carabineros es una buena opción para construir una fuerza policial hondureña que hasta el Congreso pretende que se llame de la misma forma. Habrá que ver si más allá del nombre, el gobierno de Honduras será capaz de construir una fuerza policial bajo los mismos valores culturales que la fuerza chilena.
Es el gran desafío y la única opción para poder contrarrestar los índices delictivos más altos de toda América Latina.