La revista Time publicó una
nota interesante sobre la felicidad y el 4 de julio, día de la Independencia de
EE.UU., debido a que la “persecución de la felicidad”, es un principio
inalienable del ser humano junto a los derechos a la vida y a la libertad,
según están expresados en la Declaración de la Independencia de 1776.
La explicación está basada
en que la felicidad no era un objetivo destinado al derecho individual, sino
más bien la obligación del gobierno de buscar y alcanzar el bien común, un
aspecto que Thomas Jefferson trae a colación desde la concepción que hacen de este
valor los filósofos griegos, entre ellos Aristóteles.
El bien común, la
persecución del bien para todos, en definitiva, es el valor general que permite
a todas las personas alcanzar el potencial de la felicidad en forma individual.
De ahí lo importante de la obligación y el deber de los gobernantes de entender
que la función pública significa servicio público y que no pueden hacer
prevalecer sus intereses personales ni políticos ni partidarios por sobre los
de la ciudadanía.
La persecución de la
felicidad también tiene otras interpretaciones, más personales, entre ellas,
las que están identificadas con cuestiones laborales y al salario, a la salud,
a las relaciones familiares, a la educación y a la salud.
Pero en los que respecta a
la persecución de la felicidad, este valor está definido como antónimo de la
corrupción.