marzo 27, 2025

El poder de la escritura:

 

Estamos con mi esposa en un crucero trasatlántico, muchos días en el mar sin costa a la vista. Hay cientos de actividades para entretenerse, cine, shows, gimnasio, juegos, deportes, música, leer y muchos etcéteras. Pero de todos, el mejor entretenimiento es interactuar. Cada desayuno, almuerzo, merienda o cena terminamos hablando con personas que tienen historias para contar.

La última conversación fue con una mujer de 90 años y su esposo de 91. Viven en Ocala, Florida, después de 29 mudanzas por diferentes bases militares. Él, Jim, fue comandante de una base de bombarderos B-52. Recorrió varias guerras, de esas que uno sufrió en documentales y disfrutó en películas.

Fascinado por sus historias, sus guerras y sus vidas en 29 bases militares con varios hijos, nietos y biznietos le pregunté si las tenía escritas. Me miró sorprendido como que no se dio cuenta cómo se le escapó el tiempo. “Viajamos mucho”, fue su excusa. “Igual podrías escribirlas, tal vez nadie lo hará por ti”, le contesté. Me volvió a mirar con ojos de arrepentido, como agradecido de que le dijeran que su vida había valido la pena.

No motivé a Jim por casualidad. Hace unos días leí una nota sobre la poeta Andrea Cote-Botero, ganadora del XXIV Premio Casa de América de Poesía Americana. Ganó con “Querida Beth”, la pesadilla migratoria de su tía en Estados Unidos para regresar a su Colombia a morir. Cuando le preguntaron por qué había escrito sobre su tía, la poeta contestó: “(Ella) sabía que su vida iba a quedar en nada y quería ser recordada. Me conmovió que tuviera tanta confianza en el poder de la escritura”.

Espero haber trasmitido a Jim lo que Cote-Botero se refiere a “el poder de la escritura”, no permitir que el tiempo borre nuestras huellas.


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