Mientras Barack Obama y Raúl
Castro se saludaban sonrientes y mirándose a los ojos con un apretón de manos en
el funeral de Nelson Mandela en Soweto, todo el mundo maquinaba diferentes
escenarios según sus convicciones o deseos.
Muchos se creyeron testigos
de un hito histórico. Interpretaron con optimismo que estos dos países enemigos
desde que la revolución bajó de la Sierra Maestra, pudieran tejer una nueva relación
que termine por derribar el embargo de EE.UU. sobre Cuba. Son los que auguraban
mayor acercamiento entre ambos países, desde que Obama flexibilizó los viajes
hacia la isla y Raúl iniciara reformas económicas, inimaginables en la era de
su hermano Fidel.
Muchos otros se indignaron
con Obama. Le estrechó la mano a un dictador hipócrita, que habiendo ido a celebrar
la vida de Mandela en contra del apartheid, mantiene intacta la discriminación política
y social en su país, privilegiando solo a aquellos que comulgan con el partido
comunista o el gobierno. Son los que detectaron que en el preciso momento que
Raúl se golpeaba el pecho alabando a Mandela por su liderazgo consagrado a la
“libertad y la justicia”, en Cuba la Seguridad del Estado apaleaba y detenía a
150 disidentes por conmemorar el Día Internacional de los Derechos Humanos.
El apretón que para Raúl fue
un gesto de dos personas civilizadas, no fue para Obama más que un saludo
cordial, como aquel del 2000 entre Bill Clinton y Fidel Castro en Naciones
Unidas. Aunque los ingenuos creyeron ver el verdadero final de la Guerra Fría,
nada cambió desde entonces. Cuba sigue siendo un país donde los que piensan
distinto terminan en la cárcel, como Mandela; sufren restricciones o, visa de
salida o barca precaria de por medio, ven que sus sueños solo se cumplirán en
el exterior, como anhelan los 44 mil cubanos que este 2013 abandonaron su isla
para siempre.
Lejos de los optimistas,
indignados e ingenuos, otro grupo, más realista, observó que Obama puso las
cosas en su lugar. Directo y lapidario, no dejó dudas sobre la filosofía
estadounidense en torno a la democracia y la libertad, aun cuando muchos lobos
disfrazados de oveja también subían al podio del estadio a rendir honores a
Mandela: “Hay muchos que expresan solidaridad con la lucha de Mandiba por la
libertad, pero no toleran el disenso de su propio pueblo”.
Aunque muchos desearían que
el apretón de manos sea el preludio a relaciones más armoniosas, no consideran
que EE.UU., cuando se trata de democracia, nunca podrá relegar su filosofía, porque
de lo contrario estaría borrando con el codo un siglo entero de diplomacia,
invasiones, guerras, golpes, bloqueos, embargos y sanciones económicas que ha
hecho en nombre de ella. Así que por más que Obama haya decidido flexibilizar algunas
restricciones, debido a una mayor apertura económica en Cuba, jamás podría restablecer
relaciones diplomáticas si el gobierno castrista no emprende reformas políticas
a profundidad.
Estas reformas no parece que
ocurrirán pronto, mientras los Castro sigan atornillados al poder. Sería rarísimo
que se reforme la Constitución para que el Partido Comunista deje el monopolio
de la política, para que de las elecciones participen los que opinan diferente
al gobierno, que se libere a los presos de conciencia, que se permita a los medios
ser libres e independientes, que nadie sufra represalias por disentir, que
todos tengan el derecho a entrar y salir del país, que la empresa privada
comparta la economía, que haya sindicatos, que la educación no sea
adoctrinamiento y que, en definitiva, cada quien tenga derecho al libre
albedrío.
Se podrá disentir y discutir
sobre si el embargo y la ayuda a los disidentes, a través de programas del
Departamento de Estado para promover la democracia, cumplen todavía hoy su
propósito o son eficientes. Pero lo indiscutible, es que Cuba siegue siendo el
mayor receptor de fondos del gobierno estadounidense, muestra inequívoca de que
EE.UU. mantiene y seguirá ejerciendo presión sobre los Castro.
Si Cuba no hace reformas políticas que puedan convencer no solo a Obama sino al Congreso estadounidense, el único que puede tomar la decisión de levantar el embargo, este apretón de manos, como el anterior de Clinton y Fidel, quedará solo como una insignificante referencia anecdótica.
1 comentario:
Ah bueno... es que estos dos enemigos eternos ahora se saluda y todo el mundo especula que mas pueden hacer?
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