Cuba y EE.UU. están reviviendo décadas pasadas en que jugaban al intercambio de espías durante la Guerra Fría. La diferencia es que entonces el jueguito lo hacían los servicios de inteligencia, en cambio ahora los episodios están enmascarados por las decisiones de los jueces.
Este viernes llegó a Cuba el espía cubano René González quien estuvo encerrado en cárceles de EE.UU. por 13 años condenado por espionaje contra la comunidad cubana en el exilio. Ahora en libertad condicional, una jueza federal de una corte en Miami, Joan Lenard, le otorgó el permiso de viajar por 15 días por cuestiones humanitarias para visitar a uno de sus hermanos, gravemente enfermo de cáncer pulmonar.
Es evidente que el permiso ha sido otorgado a González para conseguir un gesto similar de parte del gobierno cubano. El contratista estadounidense Alan Gross que fue condenado a 15 años de cárcel en Cuba en el 2011 por actos contra la seguridad nacional al haber regalado equipos de telecomunicaciones a la comunidad judía en la isla, acaba de pedirle al presidente Raúl Castro un permiso de salida para visitar a su madre de 90 años enferma.
Seguramente, se trata de un gesto calculado, de un cambio de espías. En vez de razones de Estado, esta vez se aplicó las siempre justificadas “razones humanitarias”.
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