El vicepresidente argentino, Amado Boudou, no la está pasando muy bien en estos días, después de que se le investiga por supuestos actos de corrupción ligados a una imprenta para fabricar papel moneda.
Como es su costumbre y la de su jefa, así como cuando era ministro de Economía en la primera etapa presidencial de Cristina de Kirchner, siempre sale por la tangente y termina acusando a los periodistas que denuncian u opinan por estos actos, de ser los “desestabilizadores de la democracia”.
Ahora encaró al bulto de periodistas y se dio a la tarea de nombrar a varios columnistas, editorialistas y jefes de los diarios La Nación y Clarín a los cuales insulta públicamente y a los que les dedica frases estampadas en sus remeritas deportivas, como la clásica leyenda de “Clarín miente”, para el deleite de sus seguidores, así sean de la política o de sus virtudes como rockero presidencial.
De Clarín y La Nación dijo que “lo que hacen no es periodismo”, mientras que a los periodistas los calificó de “operadores políticos encubiertos”. Así se refirió a los periodistas Carlos Pagni, Joaquín Morales Solá y Hugo Alconada Mon de La Nación y a Ricardo Roa, Ricardo Kirschbaum, Julio Blanck y Eduardo van der Kooy, de Clarín.
En coincidencia, justo unas horas antes, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, en su discurso inaugural del ciclo judicial, dijo que el Estado no debe perseguir a quien piensa diferente.
Palabras sabias, pero que en Argentina tienen poco sentido.
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