lunes, 4 de enero de 2010

Danilo Arbilla: Un grande

El título lo dice todo. Quiero compartir con ustedes hoy, un homeneaje que Claudio Paolillo, director del semanario Búsqueda en Uruguay, le hace al periodista Danilo Arbilla, su amigo, jefe y mentor, tres características que también tuve y tengo el honor de compartir con Danilo.

Un justo reconocimiento para quien da un nuveo paso en la profesión, dejando las responsabilidades directas y asumiendo ahora en su retiro la vocación por la escritura, sus columnas, su golf, sus amigos y su familia.

Esta es la columna de Paolillo:

Un grande

“Esta edición de Búsqueda es la última en la que Danilo Arbilla aparece en su staff con un cargo de responsabilidad directiva (“Consejero Delegado”, lo que en Estados Unidos se asemeja a la noción de “publisher” y, en criollo, quiere decir que es quien tiene la última palabra). Para los lectores atentos de Búsqueda, esto no constituye una novedad. En su edición del 22 de octubre pasado, en la página 2, un comunicado del Consejo Editorial del semanario anunciaba que “a comienzos de enero próximo, al conmemorarse el 39º aniversario de la fundación de Búsqueda, se habrá de concretar el alejamiento de Danilo Arbilla” en el marco de un acuerdo contractual con los accionistas, satisfactorio para ambas partes.

Arbilla, quien fue, primero, Jefe de Redacción, Editor General y Director-Editor Responsable de Búsqueda, y luego Director Periodístico de Búsqueda y de galería, había ya abandonado la tarea de conducción diaria de ambas publicaciones hace cinco años (el 31 de diciembre de 2004) pero, a pedido de los accionistas y de los nuevos directores, se había quedado en un nuevo cargo, el de Consejero Delegado, para oficiar como nexo e interlocutor entre los propietarios y las direcciones, para asesorar a unos y a otros, para editar libros de la “Colección Búsqueda”, para actuar como “tribunal de alzada” si algún conflicto aparecía en el horizonte y —lo más importante de todo— para compartir con todo el personal, especialmente con los periodistas, sus enormes conocimientos y su vastísima experiencia profesional, de ese modo no sistemático pero permanente y casi imperceptible con que desparrama enseñanzas invalorables, día tras día.

Desde hace un par de años, Arbilla venía diciendo que creía cumplida esta etapa como Consejero Delegado. Él advertía que, de algún modo, había llegado el momento de “soltarles la mano” a Búsqueda y galería —ambas creaciones principalmente suyas— debido al propio desarrollo de las publicaciones. Y, sobre todo, deseaba cumplir con algo que sostuvo desde siempre: “quiero que Búsqueda dure 100 años”. Para eso, necesariamente, la institución tiene que sobrevivir a las personas (a Arbilla y a quienes vayamos pasándonos la antorcha con el transcurso del tiempo).

Y, en aplicación de su propia convicción de que “hay que saber retirarse a tiempo”, Arbilla seguirá colaborando con sus columnas en Búsqueda y en galería, pero dejará de ocupar cargos de dirección en el semanario después de 35 años ininterrumpidos.

Se trata del retiro de un grande. De una de esas personas que aparecen muy de vez en cuando en el firmamento de cualquier profesión —en este caso, el periodismo— y que dejan tras de sí un tremendo legado para quienes tienen la fortuna de poder aprovecharlo.

¿Cuál es, pues, el legado de Arbilla para quienes seguiremos conduciendo y trabajando en estas publicaciones que él inventó y moldeó?

* Arbilla nos deja el legado de su incansable lucha por la libertad. A lo largo de su extensa carrera, él ha librado batallas de todo tipo en defensa de la libertad y, en especial, de la libertad de expresión. No por casualidad, es un referente ineludible en Uruguay y fuera de fronteras cuando se ciernen amenazas sobre la libertad de prensa. Cuando dictaduras o regímenes autoritarios, de izquierda o de derecha, han querido aplastar este derecho humano en América, ahí ha estado siempre la voz y la acción de Arbilla para sumarse a los ciudadanos y a los colegas que, a veces solitariamente, se animan a enfrentar a las siempre cambiantes fuerzas del oscurantismo antiliberal. También lo hizo en Uruguay, durante la dictadura militar, por más que a veces se escuchen imbecilidades de ignorantes o envidiosos que no le llegan a la altura de los talones.

* Arbilla nos deja el legado de su condición de “orejano” que siempre le permitió no “cabrestear” ante los poderosos de turno. Siempre nos inculcó la noción de que el presidente de la República merece el mayor de los respetos por su investidura pero, al mismo tiempo, nos instó a no olvidar jamás que es nuestro empleado, no nuestro mandante. Arbilla nunca aflojó cuando le tocó pelear. Contra gobernantes dictatoriales, contra gobernantes democráticos, contra militares opresores, contra empresarios prepotentes, contra sindicalistas patoteros o contra chantajistas desgraciados. Nunca tuvo miedo. O, si lo tuvo, nunca nos lo transmitió. Actuó, en esas ocasiones, con la fuerza y la convicción de Edward R. Murrow, el legendario periodista norteamericano que se atrevió a enfrentar a Joseph McCarthy en un tiempo de oprobio para los Estados Unidos. Y, como Murrow, nos enseñó a no ser ganados por el miedo en tiempos de sinrazón y a no comportarnos como periodistas “temerosos de escribir, de hablar, de asociarnos y de defender causas aunque sean, en el momento, impopulares”.

* Arbilla nos deja el legado de gozar del periodismo como un fin en sí mismo. El domingo pasado, en “El País”, él recordó que el periodismo “nos permite nacer y morir todos los días” y que eso es lo “maravilloso” de esta profesión. Arbilla se aburrió de rechazar planteos para actuar en cargos políticos porque, como dice habitualmente: “sólo quiero ser periodista”. No sé si fue con las mismas palabras, pero ante tentadoras sugerencias de distintos gobernantes, hizo lo mismo que Indro Montanelli, el gran periodista italiano a quien, en 1992, el presidente Francesco Cossiga le propuso nombrarlo senador vitalicio de la República de Italia. “Desafortunadamente, el ideal que tengo de ser un periodista absolutamente independiente me impide aceptar esta oferta tan halagadora”, respondió entonces Montanelli. Algo así les contestó Arbilla a sus generosos oferentes uruguayos.

* Arbilla nos deja el legado, claro está, del periodismo independiente. En un país cuya prensa casi no conocía esa categoría hasta el comienzo de la dictadura militar en 1973 (antes, prácticamente toda la prensa había sido partidaria), Arbilla fue introduciendo, a través de Búsqueda en la década de los ‘80, la idea de que el periodismo independiente y honesto no sólo era posible sino que, además, era redituable. Ahora son fácilmente reconocibles expresiones de periodismo independiente en casi todos los medios de comunicación. Pero en aquél tiempo, en Uruguay, era como inventar la pólvora. Tanto éxito tuvo aquélla apuesta que Carlos Núñez, un periodista de la vieja guardia ya fallecido, llegó a escribir a mediados de los ‘80 en la publicación “Mate Amargo” que, en periodismo, Arbilla le había puesto “el mango a la pelota”. Es que él nos enseñó que tendríamos siempre un lugar preferencial en la platea para contar al público lo que pasa arriba del escenario, pero que subirse a él no debe ser siquiera una aspiración para un periodista…si quiere seguir siendo independiente.

* Arbilla nos deja el legado de que el capitán del barco es el primero a la hora de la responsabilidad, tanto en las verdes como en las maduras, y de que lo mejor para el funcionamiento armónico de una empresa periodística es que quien está a cargo procure ser justo y generoso con el personal.

Cruzando toda esta herencia de grandes valores, Arbilla nos deja otros legados prácticos para saber afrontar los dilemas éticos que todo periodista que se precie tiene que dirimir al menos una vez por semana: evitar los conflictos de interés o la mera apariencia de su existencia; manejar de un modo serio, profesional y responsable las relaciones con las fuentes de información; cuidar la privacidad de los individuos en el entendido de que las personas públicas, especialmente las que piden al pueblo que les dé su voto para conducir temporalmente sus asuntos, son quienes más obligadas están a exponer todo lo que hacen mientras permanecen en el poder; mantener con los lectores una actitud atenta, escuchándolos, publicándoles en toda la medida de lo posible sus propios puntos de vista, respetando su derecho a conocer lo que pasa y sabiendo que las personas comunes y corrientes son inteligentes y detectan inmediatamente las posturas arrogantes o despreciativas hacia los demás; admitir los errores cuando incurrimos en ellos y difundir lo antes posible las correcciones que sean necesarias; no creernos el cuento de que somos “poderosos” sólo porque solemos estar cerca de quienes están en el poder; tolerar y difundir las opiniones diferentes a las nuestras, especialmente aquellas más radicalmente distintas; no creernos dueños de la verdad y transitar el periodismo diciendo lo nuestro con firmeza pero, como dice el lema de Búsqueda, “no como hombre sabedor sino buscando junto con vosotros”; trabajar con rigor y con la mayor imparcialidad posible cuando informamos a los lectores; tener presente que las presiones indebidas son una consecuencia inevitable del trabajo periodístico bien hecho y que sólo consiguen algún efecto cuando uno cede ante ellas; y aceptar que, como la verdad sigue siempre un camino tortuoso antes de salir a la luz, no hay que desfallecer en su procura.

Ahora que Arbilla se aparta de este proyecto para permitirle crecer con la fuerza de los que venimos empujando desde abajo, podrán variar en alguna cosa los estilos de conducción, los soportes a través de los cuales los contenidos periodísticos son difundidos podrán ser diversificados al influjo de las nuevas tecnologías si eso favorece el acceso del público a la información y, si nos da la capacidad, los que seguimos quizá podamos dejar nuestras propias huellas.

Pero hay algo acerca de lo cual los lectores de Búsqueda y galería pueden estar seguros: no desandaremos las huellas dejadas por Arbilla porque las hemos hecho propias y porque mal anda por la vida aquél que olvida de dónde viene y se desentiende de las enseñanzas de sus maestros.

Seguiremos haciendo periodismo independiente, aunque eso pueda a veces molestar a algunos, y trataremos de estar a la altura de las circunstancias y de nuestras nuevas responsabilidades para mejorar el producto de nuestro trabajo, apelando a la simple fórmula de los grandes periodistas como Arbilla: en el periodismo lo que hay que hacer es contar historias. Buenas historias. Para poder “nacer y morir todos los días”.

Claudio Paolillo

4 comentarios:

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