domingo, 9 de agosto de 2009

Correa y la radicalización de su revolución

Empieza mañana un nuevo mandato de Rafael Correa bajo el simbolismo del bicentenario de la independencia ecuatoriana, gestada el 10 de agosto de 1809, ceremonia en la que hablará sobre la “independencia definitiva” de su país y de la “radicalización de la revolución”, acto en el que seguramente – y como es su costumbre – dedicará bastante de su tiempo para despotricar en contra de Estados Unidos y Colombia a nivel externo y en contra de la oligarquía capitalista y los corruptos y mentirosos medios de comunicación en lo interno.

Correa será nuevamente ungido como presidente de Ecuador después de haber sido reelegido el 26 de abril pasado gracias a una Constitución que reformó a su medida y después de que asumiera en enero de 2007.

Aprovechará mañana, frente a unos 20 presidentes – pero sin la presencia de Alvaro Uribe – a despotricar en contra de Colombia por la incursión militar colombiana de marzo de 2008 contra un campamento de las FARC lo que culminó con el cierre de las relaciones bilaterales; se tirará contra Colombia por estar permitiendo la entrada de militares estadounidenses que el expulsó de la base militar de Manta; dirá que su campaña electoral en el 2007 no tuvo dineros de la narco guerrilla desmintiendo lo que en un video dijo el “Mono” Jojoy y explicará que las mentes enfermizas de los periodistas son las que han enrarecido la atmósfera al denunciar los beneficios que obtuvo su hermano Fabricio con varios contratos estatales.

Los ciudadanos ya se han percatado de que Correa siempre utiliza el verbo encendido para hablar de su revolución a copia y semejanza de Hugo Chávez, y entendiendo que la “radicalización de la revolución” no es otra cosa que la concentración del poder, un presidencialismo cada vez más similar al que su maestro utiliza en Venezuela. La disminución de su popularidad, según las encuestas, reducida al 40 por ciento de aceptación y al 42 por ciento de credibilidad, desde un inmejorable 73 por ciento al inicio del 2007, muestra que no solamente se debe a un desgaste natural de quien ostenta el poder.

Correa está tratando de anular a los medios de comunicación, a los que prometió darle guerra sin tregua, como que no renovará licencia operativas a radios y televisoras; destruyendo los sindicatos; doblegando a la banca y a las empresas privadas y está ahuyentando las inversiones extranjeras con la revisión y nacionalización de contratos.

Estos próximos cuatro años mostrarán al mundo si realmente Correa estará radicalizando su revolución para incluir a los pobres o si sólo se trata de incluir a Ecuador en una nómina de países autoritarios en dónde el Estado se cree omnipotente y por arriba de las libertades individuales.

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