La nueva y “tremenda” ley abrazada por Hugo Chávez para controlar los precios en Venezuela de productos de la canasta familiar, de primera y segunda necesidad, con el fin de sortear la inflación, es una medida política que no condice en nada con los movimientos de la economía. Generará, en todo caso, mayor desabastecimiento y escasez a mediano plazo.
La medida es populista y demagógica, simplemente dedicada a que los venezolanos perciban que el control de precios los beneficiará, lo que puede suceder en el corto plazo, es decir un par de semanas. Echarle la culpa a los monopolios y las transnacionales como Coca Cola y Colgate por los desorbitados precios que se pagan por esa bebida o la pasta dentífrica en comparación a otros países, es exorcizarse de las culpas propias de una política monetaria mal manejada.
Chávez, con estos anuncios, lo único que hace es profundizar lo que ha prometido siempre, tener un sistema socialista, con intervención del Estado en todos los procesos productivos, intelectuales o culturales del país. Es una medida que se compara en su audacia y estupidez a la nacionalización y expropiación de empresas, como si lo que ha sucedido en los últimos años, con esas medidas, estuvieran entregándole al país más estabilidad, menos inflación, más empleos y mayor productividad como siempre promete en las albricias de sus anuncios. Nada de eso sucedió ni sucederá con el control de precios, una medida que en ningún país resultó y que hoy por hoy es justamente la que el gobierno de Cuba está destrabando, en el entendimiento (muy tarde) de que sus + de 50 años de dictadura no sirvieron en materia económica ni para el bienestar socialista de sus ciudadanos.
Chávez sigue aumentando la carestía de todos los venezolanos, pero los más perjudicados son los pobres a los que dice defender. Chávez sigue administrando la pobreza y con tantos recursos que posee – el precio del petróleo todavía por las nubes – el país está desperdiciando y desaprovechando su momento histórico.