Frente a los medios de comunicación y la información existen dos estilos presidenciales en América Latina que cada día se diferencian más. Uno lo pregona el mandatario ecuatoriano Rafael Correa. El otro lo asume el presidente chileno Sebastián Piñera.
Correa comenzó a publicar el lunes pasado “Periódico Popular: El verdadero”, un medio impreso destinado a “informar la verdad” a las clases populares, con una inversión de fondos públicos de U$S 16 millones, que busca contrarrestar la ineficiencia periodística y el déficit de U$S 6 millones que tiene “El Telégrafo”, otro diario estatal bajo su administración.
Piñera, en cambio, vendió a fines de agosto Chilevisión, canal de su propiedad, líder en audiencia, ratings y rentabilidad. La transacción fue producto de una promesa de campaña electoral que también incluyó la venta de un 26 por ciento de la empresa de aviación LAN. El propósito, como lo aceptó ante el pedido de la oposición, era evitar conflictos de interés en su dualidad de Presidente y empresario.
Después de asumir el 11 de marzo, Piñera debía ceder el canal, bajo el supuesto de que ese medio podría ser beneficiado con publicidad oficial, manipular información o servirle de plataforma propagandística. Además, Chilevisión corría el riesgo de perder objetividad o de no poder fiscalizar bien a su propio patrón; lo que se le achaca todavía a “La Nación”, diario sobre el que el gobierno mantiene un 69 por ciento de propiedad.
Si bien no es ilegal ser Presidente y dueño de un medio de comunicación, la calidad institucional que Chile ha alcanzado implica cuidar las formas, ya que la democracia se construye sobre la base de hechos, pero también de ejemplos y percepciones. Así lo defendió el Senado, cuando congeló nombramientos en el Consejo Nacional de Televisión y rehusó debatir el futuro de la televisión digital, hasta tanto Piñera no se desprendiera del canal.
En Ecuador, la inconsistencia no es casual, sino premeditada. El predicar que la información es un bien público y no un derecho humano le ha permitido alegar a Correa que ésta, en manos privadas, solo persigue fines espurios y desestabilizadores, por lo que debe ser controlada por el Estado. Así se explicita en el proyecto de Ley de Comunicación que patrocina, en su alucinación sobre que los medios no deben tener fin de lucro y en las campañas de desprestigio en contra de la prensa critica, pagadas con dineros de todos los ecuatorianos.
El gobierno de Correa, con “Periódico Popular” - que no fue concebido como medio público sino para competir con la prensa - y otra veintena de medios que ha creado o confiscado, concentra la mayor cantidad de medios en el país, pecado que siempre le endilgó al periodismo al que califica de burgués e imperialista. A su doble moral la justifica argumentando que sus medios dicen la “verdad”, la que otros callan o tergiversan.
Justamente esa “verdad” es la excusa que otros presidentes como Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega, Néstor y Cristina Kirchner, han esgrimido para sancionar leyes que les permitiesen cerrar o limitar a medios críticos, crear los propios, comprar privados a través de testaferros o manejar otros a voluntad, práctica agravada si se considera el eterno uso de recursos públicos.
En una democracia, los gobiernos están restringidos a utilizar medios y recursos estatales como si fueran propios o partidarios; y están obligados a manejar los medios públicos con criterios de pluralidad y diversidad para dar cabida a todas las corrientes ciudadanas.
Los medios operados por los gobiernos sin criterio público, siempre tienden a crear competencia desleal. Sus déficits son cubiertos con fondos estatales como el caso de “El Telégrafo”, son privilegiados con publicidad oficial, no fiscalizan ni transparentan actos de gobierno y sirven de órganos de propaganda, por lo que la “verdad”, no es más que la versión oficial.
En el seminario sobre Diarios Populares que la Sociedad Interamericana de Prensa ofreció esta semana en Lima, se recordaba el nefasto uso que el ex presidente Alberto Fujimori hizo de su “verdad”, manipulando y comprando a medios propios y ajenos. Su objetivo era eternizarse en el poder, lo que en definitiva es el fin de los medios en manos del gobierno.
Quiero contarles sobre los procesos creativos de esta nueva historia sobre la verdad, la libertad y el miedo al futuro. Es mi nueva novela y espero publicarla cuando se sincronicen los planetas (las editoriales) o cuando se me acabe la paciencia y decida autopublicar -- Los contenidos de mi blog Prensa y Expresión están en el archivo. Blog por Ricardo Trotti
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septiembre 16, 2010
septiembre 13, 2010
Correa: incongruencia mediática
El presidente Rafael Correa tiene un nuevo juguete, se trata de Periódico Popular, El Verdadero, (El PP) un diario que lanzó el 6 de setiembre pasado, con lo cual se comprueba que tiene verdadera vocación de capitalista burgués; bueno es lo que al menos él critica a las personas de su país que son propietarios de un medio de comunicación.
Ahora con este nuevo diario, al que pregona que solo dirá la verdad, aunque no aclara que se trata de la “versión oficial”, es decir pura propaganda, Correa se ha transformado en el mayor magnate de los medios de comunicación de su país. El PP como se lo denomina en la jerga periodística de su país, acompaña al diario El Telégrafo que él también administra, varias televisoras que confiscó y que no dispuso en licitación como prometió y varias radioemisoras.
La suerte que tiene Correa, al contrario de otras personas que se manejan en el mundo privado, es que él puede disponer de los dineros del pueblo para crear sus propios medios y si le va mal, como en el caso de El Telégrafo, puede echar mano a los bolsillos públicos para seguir alimentando esas empresas. El Telégrafo tiene un déficit de seis millones de dólares, pero sigue sobreviviendo gracias al aporte de fondos públicos. Un empresario privado no tendría esa suerte y de no tomar riesgos y sacar un crédito, debería cerrar el medio. Así de simple.
Pero Correa no solamente que tiene el bolsillo de los ecuatorianos a su disposición, sino que puede justificar que debe poseer sus medios a pesar del déficit, porque la gente debe estar debidamente informada por medios estatales y verdaderos que contrarrestan las mentiras y la desestabilización que promueven los medios privados.
Correa es un muy inconsistente en sus pensamientos, acomodándolos para el lado que mejor le conviene. Como cualquier otra persona autoritaria, lo que pretende es no ser criticado y eternizarse en el poder.
Ahora con este nuevo diario, al que pregona que solo dirá la verdad, aunque no aclara que se trata de la “versión oficial”, es decir pura propaganda, Correa se ha transformado en el mayor magnate de los medios de comunicación de su país. El PP como se lo denomina en la jerga periodística de su país, acompaña al diario El Telégrafo que él también administra, varias televisoras que confiscó y que no dispuso en licitación como prometió y varias radioemisoras.
La suerte que tiene Correa, al contrario de otras personas que se manejan en el mundo privado, es que él puede disponer de los dineros del pueblo para crear sus propios medios y si le va mal, como en el caso de El Telégrafo, puede echar mano a los bolsillos públicos para seguir alimentando esas empresas. El Telégrafo tiene un déficit de seis millones de dólares, pero sigue sobreviviendo gracias al aporte de fondos públicos. Un empresario privado no tendría esa suerte y de no tomar riesgos y sacar un crédito, debería cerrar el medio. Así de simple.
Pero Correa no solamente que tiene el bolsillo de los ecuatorianos a su disposición, sino que puede justificar que debe poseer sus medios a pesar del déficit, porque la gente debe estar debidamente informada por medios estatales y verdaderos que contrarrestan las mentiras y la desestabilización que promueven los medios privados.
Correa es un muy inconsistente en sus pensamientos, acomodándolos para el lado que mejor le conviene. Como cualquier otra persona autoritaria, lo que pretende es no ser criticado y eternizarse en el poder.
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