Los fuertes reclamos sociales
mediante la consigna #BlackLivesMatter en EEUU y #NiUnaMenos en América Latina,
desnudan que la inseguridad ciudadana no solo se debe a la falta de reacción
del Estado y los altos índices de impunidad, sino también a profundas
complicaciones culturales.
El asesinato de otra persona
de raza negra en Charlotte a manos de policías blancos o los homicidios en masa
como el ocurrido en un shopping mall de Houston, así como los de tres mujeres
esta semana en Mendoza, Argentina, o de activistas ambientales en el Amazonas, pone
a las fuerzas de seguridad en el ojo de la tormenta.
En los últimos casos
ocurridos en EEUU, tanto en Charlotte, Houston, Dallas, Baton Rouge como en San
Diego, se observa una policía desproporcionalmente blanca que se apresura a
apretar el gatillo contra los negros. Mientras tanto, más hacia el sur, las fuerzas
de seguridad no saben cómo lidiar con los feminicidios, un factor preponderante
de la violencia en países como Guatemala, con el mayor índice a nivel mundial, y
Argentina que ya cuenta más de 300 asesinatos de mujeres en 2016.
Por otro lado, en Brasil y
varios países centroamericanos, los policías forman escuadrones de la muerte
para hacer justicia por manos propias, justificándose en que los sistemas legal
y judicial no logran contener el delito.
Este círculo vicioso, en el
que el crimen parece más organizado que nunca y las fuerzas de seguridad tan
ineficientes como siempre, tiene repercusiones en todos los aspectos
cotidianos. La inseguridad ciudadana, a diferencia del factor económico de
otrora, provoca los mayores desplazamientos migratorios internos y externos
entre países, así en Colombia como en México. También está generando una crisis
económica de proporciones, como lo revela un estudio reciente del Banco
Interamericano de Desarrollo. Para combatir los 135 mil asesinatos al año que
se producen en América Latina – dos veces más que en África y cinco más que en
Asia - los gobiernos gastan 120 mil millones de dólares. El BID acierta al
señalar que si se redujeran los índices de criminalidad a niveles de los otros
continentes, el PBI de la región crecería un 25%.
En EEUU la tasa de homicidios
también se disparó, según datos de esta semana del FBI. En 2015 los asesinatos
aumentaron un 10,8%, debido principalmente a los crímenes raciales y a las
muertes con armas de fuego, 15.696 en el año.
El problema es complejo, habiéndose
convertido en el eje central del primer debate presidencial. Hillary Clinton cree
que se resuelve haciendo ilegal la tenencia de armas, aunque igual que Barack
Obama, no adivina soluciones concretas para combatir la desigualdad en los
barrios marginales, causa principal que empuja a los jóvenes de todos los
colores a abrazar el delito. Donald Trump, por otro lado, cree que la fórmula
es más “law and order”, endurecer las leyes y el trabajo policial; y aunque su
estrategia tiene sentido común, no hilvana idea alguna sobre cómo alcanzar el objetivo.
En el debate quedó plasmado
que las policías necesitan no solo necesitan mayor poder de fuego para lidiar
con grupos criminales cada vez más armados o terroristas artesanales, sino también
mejor entrenamiento, asistencia postraumática y preparación cultural.
En América Latina, las
purgas policiales también revelan que se necesitan mejores salarios y reclutamiento,
de lo contrario, las policías estarán integradas por descarte, no por quienes
tienen vocación de servicio sino por quienes no tienen otra opción laboral,
siendo estos más propensos a corromperse. Asuntos Internos de la Policía de
Buenos Aires mostró esa realidad en este 2016. Apartó por corrupción a 700
agentes, encarcelando a 186 de ellos por causas criminales.
La inseguridad ciudadana es
un asunto difícil, pero factible de combatirse a corto plazo. Requiere mejores leyes,
más justicia y sobre todo mejor economía para que el narcotráfico y el crimen
organizado no sean el único escape a la desigualdad y el desempleo crónico.
Sin embargo, la violencia
racial y de género es una lucha más profunda, de largo alcance, ya que no está
atado al tema económico, sino a la idiosincrasia cultural. Requiere, como todo cáncer que no distingue a
ni a ricos ni pobres, ser combatido desde la educación y la prevención. trottiart@gmail.com
3 comentarios:
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