Lo que más me impresiona en estos días no es que Facebook haya concitado la atención mundial con el exitoso comienzo en la Bolsa con más de 38 dólares por acción, sino que sigue siendo una herramienta inigualable e inagotable de acciones ciudadanas dispuestas a la expresión, creatividad e innovación.
Ya no podemos imaginar un mundo sin esta herramienta que ha posibilitado la expansión de una explosión maravillosa de participación espontánea de la gente para expresarse, crear y tomar acción.
Los ejemplos y causas abrazadas por los ciudadanos son millones. Pero en estos días la que me más me impresionó fue la de un grupo anónimo brasileño que inició en Facebook la campaña “Aquí late un corazón” con el objetivo de contagiar el amor de una forma muy creativa. Incita a los usuarios a pegar corazones de polietileno y pintados de rojo brillante en las estatuas y monumentos de paseos públicos de todo Brasil.
Bajo la consigna “del amor”, la campaña ya ha tenido gran cantidad de seguidores, muchos de los cuales han pegado corazones en muchas estatuas en Río de Janeiro, Sao Paulo y otras ciudades. Tal vez el corazón más elocuente y con mayor mensaje por lo contradictorio de su carácter, ha sido el que le pegaron a la estatua del soldado desconocido de la Segunda Guerra Mundial en la ciudad de Belo Horizonte, mientras que el más obvio está pegado al pecho de la estatua de Gandhi en Río.
No hace falta recordar grandes campañas, como las que proliferaron con la Primavera Árabe, para entender la fortaleza de Facebook, Twitter y otras redes sociales, estos simples corazones rojos de polietileno nacen de ideas sencillas y grandes a la vez.
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