El presidente Daniel Ortega sigue haciendo gala de la intolerancia que le ha caracterizado durante todo este nuevo ejercicio, con una clara intención de crear zozobra en la sociedad civil, polarizar al país, quebrar a los medios de comunicación y disolver todo tipo de oposición política que pudiera hacerle perder espacios de poder.
Ortega rara vez concede entrevistas a la prensa, menos a la nacional, y con nosotros – una delegación internacional de periodistas de la Sociedad Interamericana de Prensa – no hizo excepciones. A pesar de pedir entrevistas a la Secretaría de Comunicación que maneja la primera dama, Rosario Murillo, y de ir por otras vías menos formales, Ortega ni siquiera contestó nuestro pedido, sino que trató el pedido con total indiferencia, algo a lo que ya otros presidentes autoritarios, como Hugo Chávez en el último lustro y siempre Fidel Castro, nos tienen acostumbrados.
Esta indiferencia no es casual. Es parte de una estrategia de Estado en el que el gobierno es totalmente alérgico al diálogo. En Nicaragua es imposible dialogar con el gobierno. Ortega tiene una política de propaganda y agitación como forma de gobierno, por eso se persigue o se manda a las turbas a desbandar todo tipo de manifestación ciudadana en la calle, no habla de tú a tú con la oposición sino que hace acuerdos o pactos para poder mantener su hegemonía y no brinda conferencias de prensa o admite ningún tipo de preguntas de parte de los periodistas o los medios. Desde hace tiempo sigue persiguiendo a las organizaciones sin fines de lucro y ha bloqueado todo tipo de donaciones que reciben del exterior, persiguiendo judicialmente a sus integrantes, como a Carlos Fernando Chamorro, el ex director de Barricada, que ahora es perseguido, así como otros intelectuales ex sandinistas, por el solo hecho de ser críticos del gobierno. Anoche, a nuestra delegación de la SIP, el ex cura y poeta Ernesto Cardenal confió que “estamos frente a una dictadura de tipo familiar”.
Ortega invierte mucho dinero en campañas sistemáticas de propaganda. Su familia maneja el Canal 4, el diario El 19, maneja la propaganda de carteles en espacios públicos en los que Ortega invoca a Dios para luchar por los pobres; aunque por otro lado acusa a periodistas y medios de conspiradores, oligarcas y mantiene un espada de Damocles sobre los medios radiodifusores privados con una ley nueva de radiodifusión con la que amenaza continuar con una política de conceder licencias a aquellos que se pliegan a su sistema y no lo critican.
De seguir así, el país tiene un futuro sombrío. Tal vez la crisis económica que pega fuerte a uno de los países más pobres de América Latina y que hasta hace poco, gracias a los altos precios del petróleo, era subsidiado por Hugo Chávez. Ese chorro que iba a las arcas directas de Ortega y no de Nicaragua se ha cerrado y por ello Ortega se está mostrando un poco más conciliador que antes. Aunque todos coinciden que es una reconciliación interesada y temporal, ya que Ortega y su esposa Murillo, esa “dictadura familiar” no cambiará nunca. El pacto con los liberales para que se exonere de toda culpa a Arnoldo Alemán y el hecho de que ya no pese una acusación criminal contra la ong Cinco que maneja Carlos Fernando Chamorro y por ende la reconciliación con los donantes internacionales podrían dar esa pista de recapitulación momentánea.
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