Las reacciones temperamentales no se hicieron esperar. Provinieron de gobiernos que siempre reaccionan ante la menor crítica. Que claman que sus logros son revolucionarios y sus yerros… ajenos. Aquellos que neutralizan las denuncias en su contra, con ofensivas propagandísticas y campañas de desprestigio.
Son regímenes que están acostumbrados al contraataque. Que para ello no escatiman esfuerzos, tiempo, ni recursos (estatales, claro); siendo, por práctica, más diestros en la lucha de clases y la polarización, que en el arte de gobernar.
La mayoría de estos habituales reaccionarios saltó tras la reunión que la Sociedad Interamericana de Prensa realizó el pasado fin de semana en Aruba, donde denunció atropellos a la libertad de prensa en cada país del continente.
Entre sus instrumentos, lamentablemente, tienen a medios de comunicación y periodistas a sueldo como aliados, a los que Enrique Santos Calderón – acabado de retirarse después de 50 años de periodismo y de haber creado medios junto a su compatriota Gabriel García Márquez - calificó de “vergüenza para el periodismo latinoamericano”.
Santos distinguió como “provocadores a sueldo”, a periodistas de televisoras estatales venezolanas - Canal 8 y Avila TV - que permitidos de participar en el debate de la SIP, solo lo utilizaron para insultar y provocar a los asistentes, como Guillermo Zuloaga de Globovisión, y Marcel Granier de RCTV; y a “burgueses y empresarios”. Bajo consignas revolucionarias y como agitadores de barricada – olvidándose de reportar sobre las sesiones que fueron a cubrir - responsabilizaron a los presentes del golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002 y de todos los males que aquejan a su país.
Pero el discurso y la agitación no quedaron ahí. Como calco de otras estrategias para penalizar la opinión y a la oposición, Zuloaga fue este jueves detenido y acusado de ofender la imagen del presidente Chávez y dar información falsa; por el solo hecho de negar su participación en complot alguno y responsabilizar al gobierno por las víctimas de aquel 11 de abril. Finalmente no quedó preso, sino restringido para salir al exterior, en un proceso que en el Código Penal está tipificado hasta con 15 meses de cárcel, una retrógrada figura de desacato que ya entró en desuso en América Latina, por dar privilegios a los funcionarios, por sobre los ciudadanos.
Así como por el delito de opinión fue encarcelado a principios de semana el político venezolano de oposición Oswaldo Paz, el circo montado en la SIP y contra Zuloaga, no es más que una táctica habitual de Chávez para crear temor y autocensura, dos armas que manipula con lucidez, en especial cuando se trata de años electorales, donde se juega la permanencia de su poder.
Pero Chávez no es el único temperamental. Periodistas acólitos de Cristina Kirchner inundaron horas nocturnas del estatal Canal 7 argentino para denigrar a la SIP, así como varios funcionarios que se dieron por aludidos, tal vez porque la justicia argentina también arremete contra la Ley de Servicios Audiovisuales, tratando de limitar poderes a un gobierno que se cree omnipresente.
En Bolivia, el régimen tildó de “papel mojado” el informe de la SIP y defendió su derecho a crear una ley para “educar a los periodistas a no mentir” y a levantar el puño izquierdo antes de hacerle preguntas al presidente Evo Morales. Mientras en Ecuador, donde arreciaron las críticas y Rafael Correa prometió una Ley de Comunicación dura, en la que los medios, incluso los privados, deberán “rendir cuentas”, como si la información fuera un servicio público, y no un derecho humano. La reacción del régimen cubano es más simple; ignora cualquier denuncia, pero deja que su prensa pagada haga el trabajo sucio, denigrando a diestra y siniestra a “cualquier esbirro del imperialismo”.
Chávez, por otra parte, siempre proclive a crear “escandaletes” y opinión pública, estaba embarcado en encausar a Globovisión y al Noticiario Digital por manipular y mentir en el internet, sirviéndose de la excusa para regular el único bastión de libertad, aún no tan contaminado. Sin embargo, acaba de anunciar que a su parafernalia propagandística, sumará “Mi Trinchera”, un blog para “dar batalla” a la oposición, cuyo contenido, seguramente insultante, terminará siendo una nueva “vergüenza” para la comunicación latinoamericana.
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