El presidente Hugo Chávez tiene la obligación moral y constitucional de contarles a sus ciudadanos la verdad sobre el cáncer que le aqueja. No debe abusar de la información sobre el tema, como si se tratara de un secreto de Estado. Chávez, quien acusa generalmente a los medios de comunicación y a la oposición de mentir y no obedecer el mandato de la Constitución que obliga a ofrecer “información veraz”, es a quien ahora justamente le cabe el sayo.
La Constitución lo obliga a él a decir la verdad, especialmente en su carácter de primer mandatario. Si no cumple con su precepto y dando el ejemplo, difícilmente pueda exigir que otros lo cumplan.
Esto viene a colación porque es la segunda vez en unas cuantas semanas que el ex embajador estadounidense ante la OEA, Roger Noriega, aduciendo fuentes confiables dentro de Venezuela y de Cuba, dijo que el cáncer de Chávez está muy avanzado y que difícilmente llegue vivo para las elecciones de 2012.
A las apreciaciones de Noriega, seguramente le seguirán declaraciones de Chávez hoy, quien saldrá con una sarta de justificaciones y apariciones en público para desmentir al “esbirro imperialista”; aunque es fácil prever que, como siempre, se negará a ser específico sobre el tipo de cáncer que padece. Solo hablará de que su vida es la revolución y recitará su nuevo lema “Patria o viviremos”, en reemplazo del revolucionario “venceremos”.
Chávez debe dejar de mentir u omitir información sobre su salud. Nadie todavía se ha percatado que la actitud de Chávez es incompatible con los dichos que forzó en la Constitución y que lo obligan a decir la verdad, especialmente cuando se trata del primer ciudadano del país, quien debe ser más respetuoso de las leyes de su país.