Hugo Chávez y Barack Obama tienen un frente común, las elecciones de fin de año, para las cuales se están preparando y de gran forma, en momentos que sus oposiciones están tratando de elegir al candidato único. Tanto el Partido Republicano estadounidense como la Mesa de Unidad Democrática venezolana seguramente tendrán definido para fines de enero quienes correrán contra los dos presidentes.
Ambos, Chávez y Obama, ya empezaron a poner algunas zancadillas, las típicas dentro de los procesos electorales.
Chávez acaba de anunciar el viernes que cerrará el Consulado General de su país en Miami en represalia por la decisión del Departamento de Estado de expulsar al cónsul Livia Acosta Noguera, luego que una investigación del canal Univisión mostrara que cuando la diplomática estuvo en México conspiró con un ciberpirata para espiar sobre plantas nucleares en EE.UU.
La expulsión resultó en una buena excusa para Chávez. En realidad, su estrategia le viene como anillo al dedo, ya que de esta forma cierra las posibilidades del padrón electoral del sur de la Florida donde viven decenas de miles de venezolanos. Desarticula así los votos en el extranjero para las elecciones de octubre.
Obama, por otro lado, ya sabiendo que Mitt Romney es el candidato casi seguro que saldrá después de las primarias en Carolina del Sur y de la Florida a celebrarse las primarias en las próximas dos semanas, y luego de ganar en Iowa y New Hampshire, comenzó a pegarle al candidato republicano y bien fuerte, asumiendo las mismas críticas que le hacen a Romney los nominados de su partido: haber comprado empresas en mal estado, reorganizarlas echando empleados y venderlas a mejor postor, en realidad un banquete para el movimiento de Ocupemos Wall Street.
Pero lo de Obama no queda ahí. Sabiendo que la economía será la reina en este año electoral, está ahora acusando de su ineficiencia a los demás, pidiéndole a los republicanos en el Congreso que lo autoricen a reorganizar y hacer el gobierno federal más eficiente mediante recortes de personal y fusión de misterios y oficinas administrativas. Y uno se pregunta: ¿Por qué haber esperado hasta casi el final de su mandato para reducir la burocracia cuando ésta aumentó durante los primeros tres años de su gobierno?