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junio 04, 2010

Bicentenarios y libertad

Cristina Kirchner, Rafael Correa y Hugo Chávez declamaron discursos ideológicos trillados durante los actos del Bicentenario argentino esta semana, empleando como sinónimos los significados de independencia y libertad.
En realidad se trata de dos valores muy diferentes. Un país puede ser independiente, pero no necesariamente libre. El caso de Cuba así lo demuestra. La independencia es una acción circunstancial, en cambio la libertad es un derecho natural; cuando el Estado lo subvierte, se desnaturaliza a sí mismo.
Esta confusión dialéctica es una vieja coartada de la izquierda latinoamericana. Usa de chivo expiatorio la dependencia externa o la opresión del imperio, al tiempo que internamente aprovecha para coartar las libertades públicas y los derechos civiles. Chávez es el caso típico. Mientras en Argentina reclamaba “independencia plena” frente a la nueva Galería de los Patriotas Latinoamericanos de la Casa Rosada – donde insolentemente equiparaba a San Martín con el Che Guevara - en su Caracas se proscribía mediante ley a varios opositores para las elecciones de setiembre y se expropiaban más empresas.
El cansino llorisqueo contra el colonialismo, como el de Correa, quien reclamó al llegar a Buenos Aires que “nos falta alcanzar la independencia económica, social, cultural, liberarnos de todo el imperialismo”, no es más que una cortina de humo para esconder la ineficiencia frente a la inseguridad, la pobreza, la falta de educación y el desempleo, carencias que no están tan atadas a la dependencia de potencias foráneas, como sí ligadas a la incapacidad doméstica.
El ex presidente costarricense, Oscar Arias, ya venía desnudando estos pretextos en cumbres presidenciales. En su recordado discurso de Cancún en febrero, pedía que “ni el colonialismo español, ni la falta de recursos naturales, ni la hegemonía de Estados Unidos, ni ninguna otra teoría producto de la victimización eterna de América Latina”, se deben utilizar para justificar los gastos en armamentismo en detrimento del presupuesto para educación; el talón de Aquiles de una región que 30 años atrás era más rica que el ahora potentado sudeste asiático.
La falta de educación y libertad no solo afecta los resultados económicos, sino también es responsable de la pobreza cívica, como es evidente en el socialismo chavista. De ahí que muchos gobiernos latinoamericanos hayan tenido éxito con reformas constitucionales y electorales, que les permiten gobernar solo para las mayorías mientras aniquilan cada vez más a la oposición.
El retroceso de las libertades internas y no la dependencia foránea es el verdadero factor de atraso en América Latina. Una medición reciente de la organización no gubernamental, Freedom House, muestra este preocupante declive y describe con alarma como los estados autoritarios en el mundo, incluida Venezuela junto a Rusia e Irán, no solo son más represivos, sino también, más influyentes en la arena internacional.
En nuestro continente, el informe ve un retroceso en los últimos cuatro años, remarcando menos libertades democráticas en Honduras, Guatemala y Nicaragua, al tiempo que descalifica como plenas democracias a Ecuador, Colombia, Bolivia y Paraguay. A Cuba, el único país no libre del hemisferio, le atribuye además, junto a Bielorrusia y Myanmar, ser el más represivo del mundo en materia de libertad de prensa.
La disminución de la libertad carcome el sistema político y degrada la confianza de los ciudadanos. Y aunque en Argentina la presidenta Kirchner haya capitalizado las celebraciones populares y los 27 años de proceso democrático ininterrumpido, debería prestar más atención a las encuestas más recientes, donde los argentinos creen en la democracia, pero desconfían de las instituciones y de la dirigencia política, así como a lo interno aborrecen la escasa independencia entre los poderes republicanos.
La desconfianza democrática – salvo notables excepciones como Chile y Brasil - es moneda común en varios países latinoamericanos, alimentada por declaraciones irresponsables como las del presidente nicaragüense Daniel Ortega, quien dijo preferir gobernar con Congreso cerrado.
Esta falta de independencia de poderes y de contrapesos y balance, son las características más relevantes del autoritarismo actual, y las que amenazan nuestro derecho sagrado a la libertad. La dependencia foránea es solo la excusa en este juego dialéctico.

mayo 25, 2010

Se busca un prócer

Este día conmemorativo de los 200 años de emancipación que comenzó el 25 de mayo de 1810, nos encuentra a los argentinos divididos, especialmente por una clase política que sigue encaprichada a hacer de la vida nacional el lugar adecuado para la desunión y la polarización. Los actos por el bicentenario muestran eso, con fuerzas políticas y dirigentes, desde la presidenta Cristina de Kirchner hasta el conservador Mauricio Macri, haciendo sus propios y caprichosos actos patrios por su lado, desde los tedeums hasta las celebraciones.

Si algo hemos visto los argentinos a lo largo de la historia que nos tocó vivir y sobre la que aprendimos es que en muy pocas oportunidades estuvimos unidos por los mismos objetivos. No es por nada que nuestro carácter no llame a la unión o que seamos contradictorios, como lo establece una gran encuesta que encargó Clarín para hacer una radiografía del argentino y poder tener puntos de comparación hacia atrás y para los próximos cien años.

No es por nada que de este carácter e identidad nacional contradictorios, los argentinos destaquemos como a los argentinos más representativos a Diego Armando Maradona y al médico René Favaloro.

Lo importante, de todas maneras de esta encuesta que Clarín viene publicando en estos días, es que los argentinos estamos cada vez más convencidos que la democracia es el modelo más apropiado en donde desarrollar nuestras vidas, aunque detestemos a la clase política.

¿Será que nuestros dirigentes podrán darle a esta encuesta el mismo valor que le dan a los sondeos electorales y tomarla con total seriedad?

Como país, como ciudadanos, sería importante contar con un liderazgo que trace objetivos y que haga de Argentina un país desarrollado, con todo lo que esta palabra indica. ¿Será que alguien pueda gobernar trazando metas para los próximos 50 años y deje de plantear exitismos pasajeros?

Ese sería el mejor regalo para quienes, desde adentro y desde fuera, estamos esperanzados de que aparezca el próximo prócer, y para que no sigamos viviendo en los próceres que pensaron en una patria grande hace hoy 200 años.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...