Pese a la
tragedia por el coronavirus y sus víctimas, estas son mejores épocas, que
cuando el mundo, con menos salud pública, salubridad, conciencia y comunicación
se debatía entre la vida y la muerte por la peste bubónica, la amarilla, la
española, entres tantas otras.
Son mejores
épocas económicas también, pese a la malaria financiera que el coronavirus nos
atrajo porque hemos perdido el trabajo o lo estamos a punto de perder y porque
la mayoría de las empresas andan tambaleándose debido a las medidas de
cuarentena. Mejor época porque esta crisis económica no es la misma que la del
2008, las del 2001, del 87 o la gran depresión del 29, donde las causas eran
económicas.
Esto, claro,
no exonera a los economistas y financistas actuales, que siendo de los mejores
preparados del mundo y quienes siempre nos aconsejan para nuestra estabilidad
futura, su inestabilidad emocional agrava la crisis en la que vivimos. De ahí
que en menos de cinco semanas, Wall Street parece montado en la Montaña del
Espacio de Disneyworld, subiendo y bajando con vértigo y a oscuras. Ya Wall
Street y el sistema bancario nos robaron los sueños en el 2008 y si siguen así
los tendremos que condenar por robarnos en esta pandemia. Pregunto: ¿No podrá
cerrarse Wall Street y las demás bolsas cuando existen estados de emergencia?
¡Que tengan también cuarentena! Sería más saludable. Ya está visto que no basta
con los breakers cuando las acciones caen por el piso o se levantan por las
nubes.
La escasez de
papel higiénico o de alcohol sanitario no es síntoma de mal comportamiento
social. Es solo un corolario de economía social sobre los principios económicos
de la escasez, una acción psicológica de autoprotección, justificable. Aquí en
Miami, tierra de huracanes, todos los años nos enfrentamos a esta escasez cada
vez que los vientos se arremolinan en el Atlántico. La escasez estacional forma
parte de nuestra cultura.
Lo que
preocupa en estas circunstancias son los que el sarcástico y agudo columnista
de Clarín, Alejandro Borensztein bien denomina los “peolutudos” que desnudó el
coronavirus. Los hay en todos lados, como aquellos que toman la cuarentena para
irse de vacaciones, los jóvenes que se creen inmunes y no entienden que el
problema no es que tan solo que no se contagien, sino que contagien. En fin,
las últimas dos columnas de Borensztein resumen la pelotudez humana y muestra
la más peligrosa de todas las epidemias, la de los “pelotudos célebres” que se
sienten por arriba de cualquier condición humana, inmunes a la ley.
Con el
coronavirus afloran o se potencian actitudes impensadas. Lo del papel
higiénico, vaya y pase, pero hay otras cosas de las que preocuparse cuando uno
observa actitudes raras en las redes sociales, como la de aquellos que difunden
desprevenidos (o con intención) ridículas fórmulas y remedios que pululan en
las redes sociales, como las sandeces dictador Maduro que pide combatir el
coronavirus con limonada tibia, ajo y pimienta negra, o los que se pliegan a
las fábulas y teorías de la conspiración y creen que la vacuna o el próximo
antiviral antídoto servirá para someternos a todos.
Preocupa aún
más, algunas actitudes de autoprotección al mejor estilo farwest. Aquí en área
metropolitana de Miami, un informe de hoy del Miami Herald recoge que las
ventas de armas se han disparado en un 80% en estas últimas semanas. Y en un
país en el que todos los años hay más de 10 balaceras masivas mortales, y la
tenencia de armas sigue siendo un debate legal inconcluso, uno no quiere
imaginar si alguno de los calificados por Borensztein va a un supermercado,
arma en mano, a buscar el artículo más preciado por todos.
Comparto este enlace del Financial Times https://www.ft.com/content/19d90308-6858-11ea-a3c9-1fe6fedcca75, un artículo sensacional del escritor israelí que ojalá puedan leer. Habla
sobre cómo los gobiernos y los ciudadanos habremos cambiado nuestras formas de
vivir y nuestras actitudes después de que termine esta pandemia. Plantea un
buen dilema y lo desgrana: “En este momento de crisis, enfrentamos dos opciones
particularmente importantes. El primero es entre la vigilancia totalitaria y el
empoderamiento ciudadano. El segundo es entre el aislamiento nacionalista y la
solidaridad global”.
1 comentario:
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