sábado, 27 de enero de 2018

Facebook, falsedades y el miedo a noviembre

Donald Trump no es el único que se juega la credibilidad y el futuro en las próximas elecciones legislativas de noviembre. Facebook también tiene el desafío de no volver a convertirse en vehículo de los trolls rusos que afectaron las elecciones pasadas con noticias falsas.

En un par de meses, Mark Zuckerberg pasó de negar tajantemente los hechos a admitir que más de 80 mil post con noticias falsas afectaron a 126 millones de usuarios. Este 2018 lo comenzó resuelto a domar el problema. Quiere limpiar Facebook de desinformación, propaganda y discursos de odio para no seguir perdiendo confianza y negocios.

Zuckerberg quiere que los usuarios se involucren en la solución y volver a sus orígenes cuando la red social era una plataforma para compartir entre amigos y no un lugar para consumir información y publicidad. También está contratando más de 10 mil empleados para curar y depurar contenidos, pero, en definitiva, quiere que el usuario sea quien califique las informaciones, las fuentes y medios confiables y bloquee y denuncie las noticias falsas. Preguntará a los usuarios: “¿Reconoce los siguientes sitios?” y “¿Cuánto confía en cada uno de estos dominios?”.

La intención es loable, pero la tarea será titánica y los resultados tal vez no serán tan buenos como él espera. Primero, porque reducir el sensacionalismo y la desinformación, algo tan intrínseco al ser humano como el agua al mar, será difícil de erradicar, máxime en una era digital de saturación informativa. Una nueva encuesta Knight-Gallup, entre 19 mil usuarios, mostró el dilema de los usuarios, a los que les resulta cada vez más arduo distinguir contenidos falsos de entre tantas bocas informativas, muchas de ellas de apariencia confiable.

Confiar en el criterio del usuario tampoco es solución. Los estudios muestran que estos suelen compartir y dar mayor crédito a contenidos más cercanos a sus convicciones, así no sean rigurosos ni precisos. Por ejemplo, si a alguien le agrada Trump, le será más fácil aprobar y compartir contenidos empáticos de la cadena Fox que los del Washington Post, medio de altísima calidad, pero normalmente crítico del Presidente.

La tarea de limpieza será difícil para Facebook porque muchos rumores y contenidos falsos y maliciosos como el bullying y el grooming no provienen de medios, sino son generados por los propios usuarios, tanto en las redes como en los sistemas de mensajería tipo Whatsapp. ¿Será que los amigos se calificarán o descalificarán entre sí?

Tampoco Facebook debería crear animosidad o desconfianza entre usuarios y medios, después de todo, estos son los que dotan de contenido a la red social y empoderan el debate. Más bien, podría pedir a los medios que rotulen sus informaciones como noticias, opiniones o publicidad, para que los usuarios tengan mejor sentido crítico y mayor criterio de consumo.

Más allá del resultado de este experimento de Facebook, que con características similares emprendió Google, lo importante es que el debate sobre noticias falsas ha creado mayor conciencia sobre la verdad y la rigurosidad en la creación de noticias, así como sobre la relevancia del buen Periodismo. Pese a que Trump descalificó de nuevo a la prensa con sus premios a las noticias y medios falsos, prodigándole a CNN y el New York Times varios galardones, el papa Francisco habló de los riesgos y sobre la necesidad de combatir las noticias falsas: “Ninguna desinformación es inocua”, dijo, ya que “una distorsión de la verdad puede tener efectos peligrosos”.

El tema ya es cuestión de Estado. La primera ministra británica, Theresa May, y el presidente francés, Emannuel Macron, han creado unidades para contrarrestar los efectos de la intromisión de noticias falsas desde el extranjero en los procesos electorales. Y en Alemania, desde el 1 de enero, se imponen multas a la propagación de falsedades, discurso de odio y materiales ilegales en las redes sociales.


Ojalá que en nuestro continente sea suficiente con la autorregulación de Facebook de cara a noviembre y no se impongan regulaciones especiales a las redes sociales y sus contenidos. Siempre se correrá el riesgo de que los gobiernos sobreactúen y se extralimiten en sus funciones, regulando y reduciendo los espacios de libertad de expresión. trottiart@gmail.com

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