Donald Trump sorprendió en
su primer mensaje ante la ONU. No solo por un tono más mesurado, sino porque
revalidó a una institución a la que hasta hace poco había despreciado con
vehemencia por su ineficacia y burocratización.
Fiel a su pragmatismo y en
condición de renegado de la diplomacia tradicional que ejerce su propio Departamento
de Estado (o impone a veces la CIA), Trump pareció encontrar en la ONU el
espacio donde tejer acuerdos multilaterales y consensos para castigar y aislar
a los “enemigos del planeta”.
Abogó por una coalición de
naciones a la que pidió asumir su responsabilidad. Pretende que combatan al
terrorismo con recursos y soldados, pero que también cerquen a los países que
lo financian. Y además, que aíslen a otros regímenes dictatoriales que a fuerza
de armas nucleares desestabilizan a medio mundo.
Fue directo contra Corea del
Norte como se esperaba. Cuando se refirió a Kim Jong-un fue el único momento en
que su discurso perdió la compostura, pasando a la verborragia tuitera de
costumbre. Lo calificó de hombre cohete al borde del suicidio. Amenazó que no dudará
en destruirlo si no repliega sus misiles nucleares. Advirtió que las sanciones
económicas son todavía la vía para dirimir el conflicto, aunque dejó la opción
militar sobre la mesa.
Aprovechó para desarreglar
los acuerdos que en 2015 Barack Obama firmó con Irán para su desnuclearización
y con Cuba para su transición democrática. Criticó que Irán siga mintiendo con
su política de no proliferación y advirtió al “corrupto” régimen de Raúl Castro
que le retirará las concesiones comerciales hasta que no haya verdadera apertura
y reformas políticas en la isla.
Sobre China y Rusia, con quienes sus antecesores se sacaban chispas, se
mostró más cauteloso. Los considera competidores de cuidado y aliados circunstanciales,
tras haber conseguido que apoyen las resoluciones contra el régimen norcoreano.
Además de ensañarse con
Corea, Irán y Cuba, Trump no dudó en censurar a la
dictadura de Nicolás Maduro.
Enfatizó que el chavismo “mantiene al país al borde del colapso”, que “arruinó
a un país próspero” y engañó al pueblo para eternizarse en el poder.
En ese contexto de gobiernos
corruptos que atentan contra su propia gente, aprovechó para remarcar su nueva filosofía
en política exterior. A diferencia de la que promovían otros presidentes
estadounidenses, centrada en la doctrina de promoción de la democracia en todos
los rincones, Trump dijo que ahora no es intención de su país entrometerse en
la soberanía de otros.
Esto ocurrirá, siempre y
cuando, los demás gobiernos “respeten los
intereses de sus pueblos y los derechos de otras naciones soberanas”. Dejó la ventana
abierta para que EE.UU. pueda seguir de policía planetario cuando los regímenes
dictatoriales pongan en riesgo la libertad, violen los derechos humanos de sus ciudadanos
o expandan su ideología del terror.
Ante una posición tan ambivalente, los demás líderes lo escucharon
escépticos. Sintieron que la política nacionalista y de soberanía de Trump es puro
aislacionismo con la intención de evitar otros temas que requieren esfuerzos multilaterales. Hambre,
pobreza, el Acuerdo de París sobre cambio climático y otros objetivos del
milenio de la ONU rumbo al 2030, no fueron parte del discurso de Trump como lo
esperaba Antonio Gutierres, el secretario general de la organización.
Más allá de que gusten o no sus políticas, Trump fue coherente entre
lo que predica al interior y lo que busca en el exterior. Así quedó reflejado
entre su primer discurso ante la ONU y el que dio ante el Congreso en febrero. Su
pragmatismo diplomático está enfocado en el mismo criterio interno, “America
First”. Su prioridad es la bonanza económica, el resto vendrá por añadidura. Lo
predicó así frente a los 193 líderes en el recinto: “Siempre pondré a América primero,
así como ustedes deberán siempre poner a sus países primero".
La ONU, bajo la dirección de su embajadora preferida, la ex
gobernadora Nikki Haley, le sirve para ejercer su pragmatismo diplomático alejado
de cualquier influencia de los tradicionalistas del Departamento de Estado. En
definitiva, siente que en la ONU y con Haley puede imponer, a su gusto y
placer, su sello presidencialista, nacionalista y personalista. trottiart@gmail.com
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