El presidente Donald Trump hizo
lo que prometió como candidato. Revirtió la política de apertura política y
económica con Cuba que Barack Obama había sellado en diciembre de 2014 con Raúl
Castro.
El cambio era necesario y
esperado. No tan solo para los referentes más duros del exilio que lo rodearon durante
un acto celebrado en el corazón de la Pequeña Habana en Miami, sino por los
mismos cubanos opositores que desde la isla piden a gritos seguir castigando a un
régimen que nunca dejó de oprimir.
Los cambios en la política
de Trump hacia Cuba no son mayúsculos. Serán graduales y en reciprocidad con
los niveles de apertura interna que permitan Castro o su pronto sucesor. Es que
después de 30 meses, pese a la flexibilización del embargo encarada por Obama y
la reapertura recíproca de embajadas en Washington y La Habana, las libertades económicas
y políticas prometidas siguen ausentes.
El mayor flujo de dólares por
el turismo masivo estadounidense y la apertura del comercio no crearon una
nueva clase de ciudadanos cuentapropistas como se esperaba, sino que agrandaron
la élite burocrática gubernamental. Le dieron mayor combustible a la empresa militar
Gaesa que controla más del 70% de la economía del país. Sin quererlo, junto a
Rusia, China y Venezuela, EEUU se convirtió en la otra pata de la mesa que
sostiene al régimen comunista.
¿Qué hizo el gobierno cubano
para merecer semejante empujón? ¡Nada! Más allá de que liberó en su momento a
Alan Gross, caso enmarcado en un intercambio por el que Obama envió de regreso
a tres espías, Castro hizo lo contrario a lo esperado. Encarceló a más
opositores, persiguió a los periodistas independientes, estorbó cada domingo las
marchas de las Damas de Blanco, prohibió la apertura de nuevos partidos
políticos y ni siquiera atinó a hablar de probables elecciones. Las libertades
de reunión, religión, prensa y expresión siguen tan oprimidas como antes de la
declamada nueva era.
Castro se burló de quienes
le sirvieron en bandeja las nuevas regalías y no hizo nada por cambiar el
destino de un pueblo agobiado por la falta de libertades individuales, por la escasa
cultura del trabajo y por las carencias económicas. En realidad, nadie le
prestó atención, porque Castro hizo lo que había prometido. Después del anuncio
de Obama en la Plaza de la Revolución, ratificó orgulloso que Cuba jamás se
apartaría un ápice de su revolución comunista.
Muchos critican a Trump. Consideran
que lo único que busca es destruir el legado de Obama. Otros creen que el
embargo estadounidense ha sido el culpable del fracaso de los Castro y que no
ha servido para exportar democracia hacia la isla; o que fortalecerlo ahora,
también conllevará al fracaso.
Vale aclarar que la apertura
de Obama con los Castro se formalizó en diciembre en 2014, pero empezó
gradualmente apenas asumió porque el derribo del embargo fue eje de su campaña.
Desde 2009 permitió el flujo de viajes y comercio, envalentonado por encuestas
que mostraban que los cubanos de uno y otro lado del Estrecho de la Florida ya no
creían que el embargo era eficiente. También, por las sempiternas críticas
aupadas en foros internacionales por los mismos Castro que argumentaban que todo
lo “bueno” para su pueblo fue imposible o negado debido al embargo.
El embargo siempre le sirvió
a los Castro de romántica mentira. No les impide comerciar con el resto del
mundo; pero, de a poco, lo transformaron en la excusa perfecta para esconder su
ineficiencia e impericia administrativa. El régimen comunista jamás, ni en Cuba
ni en el mundo, funcionó a favor del pueblo, sino para el privilegio de una élite
gobernante.
Las medidas adoptadas por el
presidente Trump pueden ser criticadas por su estilo, pero en el fondo están
alineadas a las sanciones económicas que EEUU impone a gobiernos que contravienen
libertades y derechos humanos o alientan terrorismo y narcotráfico, así sean Venezuela,
Rusia, Irán o Corea del Norte.
La incógnita del momento es
si las nuevas restricciones motivarán la ansiada transición hacia la democracia
en Cuba. No creo. Raúl y Fidel se la ingeniaron por casi 60 años para mantener
el comunismo pese a las trabas económicas. El cambio podrá comenzar recién cuando
no haya ningún Castro en el poder. trottiart@gmail.com
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