Dudo de los que usan adjetivos
calificativos en forma constante. Desconfío aún más de los que abusan de esos adjetivos,
porque tienden a exagerar, manipular o a enmascarar la realidad.
Desconfío del presidente Donald
Trump. Muchos de sus discursos y acciones están teñidos de un gran repertorio
de calificativos, usado indistintamente para ensalzar o degradar personas y
situaciones.
A diferencia de los
sustantivos que sirven para describir la realidad, los adjetivos inducen
sensaciones o crean imágenes que son interpretadas en forma subjetiva por cada individuo,
según sus experiencias y prejuicios. Por ejemplo, “un gran perro” se presta a
suposiciones sobre el tamaño o la cualidad del animal o “mucha corrupción” despierta
preguntas sobre qué nivel de podredumbre existe. Sin embargo, “un Dálmata de 80
cms. de altura” o “Odebrecht sobornó a Alejandro Toledo con 20 millones de dólares”,
son descripciones objetivas que no dan lugar a conjeturas.
El vocabulario acotado pero
emotivo de Trump es riquísimo en crear imágenes. Ensalza virtudes como con el eslogan “Devolver
la grandeza a América” o para enaltecer a sus allegados, “mi gabinete es el
mejor de la historia”. Al mismo tiempo ofende con epítetos y debilidades que
reitera hasta convertirlos en nuevas imágenes. Desde la campaña hasta la
actualidad, viene apodando a sus adversarios. Bautizó a Hillary de “Debilucha”;
le dijo “pequeñito” a Marco Rubio; “miente, miente y miente” dijo de Ted Cruz y “no tiene energía” indicó sobre Jeb Bush. A los
mexicanos los calificó de violadores y asesinos”; a la prensa de “basura,
parcializada y deshonesta”, y a la CNN, el Washington Post y el New York Times,
los apodó de “enemigos del pueblo”.
Después de los desprecios de
Trump contra la prensa, su colega de partido, el senador John McCain afirmó: “Cuando
miras la historia, lo primero que hacen los dictadores es reprimir a la
prensa”. McCain no necesitó mirar lejos hacia atrás. La historia reciente de
América Latina ha demostrado el peligro que conllevan los adjetivos calificativos
cuando son utilizados desde el poder. El eslogan de los Kirchner sobre “Clarín
miente”; el de “apátridas” que lanzaba Hugo Chávez a los periodistas; las demandas
millonarias de Rafael Correa contra los “pelucones” de El Universo; así como
las listas negras de medios que mantenía Alberto Fujimori, confirman la ecuación
de McCain: Más persecución a la prensa, menos democracia.
Antes de tomar medidas
concretas contra sus adversarios, los autoritarios suelen primero descalificarlos
para generar empatías en la población. Las calificaciones de “enemigos del
pueblo” a la prensa en aquellos países valieron de excusa para crear “leyes
correctivas” como la de Medios en Argentina, de Responsabilidad Social en
Venezuela y de Comunicación en Ecuador. Solo sirvieron para legitimar la
censura oficial y proteger a los gobiernos de las críticas y las denuncias por
corrupción.
Es improbable que Trump
pueda pasar a los hechos. En EEUU existen contrapesos y la Corte Suprema defiende
la Primera Enmienda constitucional a rajatabla, una figura que prohíbe dictar
leyes en contra de las libertades, entre ellas las de prensa y expresión.
Más allá de que no pueda
hacer mucho, preocupan sus intenciones. Durante la campaña dijo que modificaría las leyes de
difamación para demandar y castigar a los medios con grandes sumas de dinero. También
su campaña y el Partido Republicano crearon una “encuesta de responsabilidad de
los medios de comunicación” en la que insinuaban que la prensa atacaba injustamente
al candidato. Viendo esto en retrospectiva, no es casual que su retórica haya
evolucionado hasta calificar a los medios como “enemigos del pueblo”.
Así como en el sur, los
ataques de Trump contra la prensa le sirven para tapar la realidad y evitar conversaciones
sensibles. Acusa a los medios de ser usina de “noticias falsas” con la
intención de generar dudas sobre todas las noticias y así disimular los
desbarajustes con Rusia o no revelar sus declaraciones de impuestos.
El bullying presidencial no
es novedoso, pero sí preocupante en este caso. Proviene del Presidente de un
país que debe tener cierto comportamiento y liderazgo; una vara de medición que
tienden a usar sus colegas del mundo democrático. trottiart@gmail.com
3 comentarios:
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