Esperaba
más entusiasmo de Mauricio Macri, o al menos que lo aparentara, cuando esta
semana lo visitamos en la Casa Rosada con una delegación de la Sociedad
Interamericana de Prensa.
Nuestro objetivo era comprometer a su gobierno a
respetar y garantizar las libertades de prensa y de expresión, derechos
íntimamente ligados a la institucionalidad y la democracia.
Pensé
que el Presidente elaboraría un discurso efusivo. Así lo había hecho cuando se
refirió a su lucha en contra de la pobreza heredada, cuando anunció que
Argentina pagaría sus deudas para regresar a los mercados internacionales o cuando
se cargó de esperanza ante la Justicia, desde que muchos ex funcionarios y allegados
al kirchnerismo empezaron a desfilar antes los tribunales. Pensé que lo haría
porque aunque la libertad de prensa pareciera de menor rango que lo político, lo
económico y lo judicial, es necesario abrazarla con entusiasmo si se pretende gobernar
en y para la democracia.
Macri
fue austero y parco cuando firmó su compromiso, la Declaración de Chapultepec, la
que señala atributos y libertades necesarias para ayudar a generar
institucionalidad. Solo atinó a decir que "es una alegría que todo esto
parezca una historia lejana", después de que el jefe de nuestra
delegación, Claudio Paolillo, leyó una larga letanía de violaciones a la
libertad de prensa durante los 12 años del kirchnerismo.
Paolillo ponderó que Argentina haya retornado “al grupo de
países donde rige un periodismo libre, sin hostigamientos desde el poder, sin
persecuciones, sin discriminaciones y sin 'escraches' en cadenas obligatorias
de televisión contra los que piensan diferente" y contra aquellos que “fueron
vulnerados… por funcionarios o militantes oficialistas financiados con dineros
públicos".
Tampoco puedo ser injusto. Aunque Macri no se mostró exaltado, es
cierto que las acciones serán siempre mejores que las palabras. El panorama del
Periodismo ya ha cambiado para bien con este gobierno. Pronto regirá una ley de
acceso a la información pública que incentivará la transparencia y permitirá a
cualquier argentino saber y preguntar sobre cómo manejan sus dineros en la
administración pública.
Además, el poder ya no insulta a los periodistas, no cuelga pendones
con lemas de que tal medio miente o Hebe de Bonafini ya no usa la Plaza de Mayo
para ajusticiar a los periodistas críticos, sino para esconderse de los jueces
por sus engaños en “sueños compartidos”. Tampoco se usa el dinero público para
financiar a medios amigos. Existe una política que restringe que los medios
públicos sean usados como órganos partidarios del gobierno. Volvieron las
conferencias de prensa y no se hace propaganda con estrategias del “fútbol para
todos”, inspiradas en el “pan y circo” de los emperadores romanos.
Pero que Macri no haya aprovechado el acto para crear más diferencias
con las del gobierno de Cristina Kirchner en materia de libertad de prensa, demuestra
que necesita una mejor estrategia de comunicación. No se puede confiar solo en
su pericia para Snapchat o en reunirse con el mediático Marcelo Tinelli para
minimizar la sátira. Si el gobierno no aprende a dar su mensaje, tendrá que
seguir replegándose como ya lo hizo por comunicar mal o no dosificar el aumento
de las tarifas de servicios, por aparecer en los Panama Papers, por violentar
el derecho a la privacidad de los ciudadanos al usar datos personales para
cuestiones gubernamentales o por intentar mandar a la cárcel a los periodistas
que deschaven a quienes blanqueen corrupción.
Es cierto también que la libertad de prensa no es un tema importante
ante tantas urgencias. Los tarifazos, la reforma tributaria, el blanqueo de
capitales, el seguro universal de salud, el desemplo y la inflación que no cesa
en este semestre prometido son temas urticantes, pero la libertad también es
indispensable para construir democracia.
El Presidente todavía tiene tiempo - aunque no mucho - para hacer
reformas económicas, políticas y judiciales que encaminen a Argentina hacia la
madurez institucional. Debe desterrarse esa ciclotimia de caer ciclotímicamente
en los errores pasados, saltando en un santiamén constante de picos
económicos a corralitos, de clientelismo populista a tarifazos correctores o de
corruptos impunes a procesados sin privilegios. trottiart@gmail.com
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