La censura tiene mil caras y
muy creativas. La reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa fue una
muestra fotográfica de esa creatividad. Los gobiernos clonan diarios para auto elogiarse,
los narcos usan Facebook para perseguir a sus víctimas y muchos medios se
pliegan a la propaganda oficial.
Tres censuras, sin embargo, se
mantienen inalterables y tan burdas como siempre; carcomiendo la verdad y el
derecho de los ciudadanos a estar debidamente informados.
La más repugnante de todas
es la del plomo. Diecisiete (17) periodistas fueron asesinados en este 2014,
entre ellos una bloguera que en forma anónima denunciaba las actividades de los
narcos hasta que la descubrieron. Los demás fueron abatidos en México,
Honduras, Brasil, Paraguay y Colombia por miembros del crimen organizado. Los
silenciaron porque denunciaban corrupción, escribían sobre tala ilegal de
árboles, contrabando y trata de personas, o por no rendirse a las exigencias de
los narcos.
En dos casos tétricos, los sicarios
atentaron contra un periodista en Perú, pero mataron a su esposa; mientras en
México apuntaron contra el reportero, pero mataron a su hijo. Lo más triste es
que en casi todos los casos, los asesinos tenían lazos con policías y
políticos, evidencia de cómo las mafias siguen conquistando espacios y
voluntades.
La otra censura es la del lobo
disfrazado de oveja. El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, es el representante
más encumbrado de esta política. Hasta hace poco engañaba con su verborragia a
favor de crear una ley para disciplinar a la prensa corrupta y desbocada, a la
que acusaba de vender la patria al enemigo y de aumentar sus intereses
económicos a expensas del pueblo oprimido.
El engaño se agudizó aún más.
Con la aplicación de la Ley de Comunicación, Correa demostró que su verdadero interés
es controlar a la prensa para que su imagen permanezca inmaculada, pese a casos
de corrupción y autoritarismo. La ley es implacable. Más de 300 censores oficiales
examinan los contenidos de los medios, imponiendo multas y castigos, ya sea por
publicar una caricatura irreverente o por omitir información, como la sanción
impuesta a algunos medios porque no destacaron suficiente la visita oficial a
Chile de Correa.
A la censura directa se le sumaron
dispositivos indirectos de acoso económico e impositivo que hicieron a muchos
medios inviables y cerraron. Los que sobreviven, ante el temor de duras
consecuencias, hacen un periodismo más light, sin investigaciones, autocensurado,
casi pidiendo permiso, excepto para las obligatorias cadenas nacionales de
propaganda. El pueblo, si antes estaba oprimido, ahora está encadenado y desinformado.
A la violencia y al engaño
legal, se le suma una censura más sutil pero también maligna. Es la máscara de
carnaval con la que los gobiernos promulgan leyes de acceso y transparencia
para darse aires de administrar la cosa pública con total honestidad.
El gobierno de EEUU, campeón
otrora de transparencia, es ahora uno de los más oscuros. Barack Obama ha
encontrado en la seguridad nacional la excusa perfecta para saltar la ley de
acceso y negar información pública a los ciudadanos. En Canadá, así como en El
Salvador, Honduras, México, Nicaragua o Perú, los gobiernos también invocan
excepciones a sus leyes para obstaculizar los pedidos de información de
ciudadanos y periodistas.
Pese a la buena tendencia a
favor de la transparencia, con la promulgación de leyes en Colombia y Paraguay
este año; otros gobiernos, como los de Argentina, Ecuador y Venezuela, niegan
tener que rendir cuentas al público. Lo hacen, sin embargo, a su manera, con gastos
estrafalarios de propaganda para informar solo aquello que consideran que el
pueblo debe saber. De ahí que las cadenas nacionales sean obligatorias e interminables,
o que hayan tejido, a base de dineros de todos, una red de medios y periodistas
para su servicio personal. Mediante ese combo de personalismo, servilismo y
demagogia, las leyes de transparencia son pura declamación; sirven para todo lo
contrario.
Si a esa demagogia se le suma la impunidad con
la que actúan los violentos y la propaganda desenfrenada, es fácil advertir que
estos distintos tipos de censura se utilizan para que el pueblo viva
anestesiado, en una realidad convenientemente deformada.
2 comentarios:
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