En este continente americano
profundamente nuestro, tal vez reflejo del mundo bipolar, se destaca la capacidad
humana para las contradicciones. Basta leer a diario los titulares de los
periódicos, sintonizar las decisiones que toman quienes lideran y comparar la
realidad que nos tocó vivir ayer con la de hoy.
De tantas experiencias, de tantos
contrasentidos vividos, a uno no le queda más que abrazarlos y vivir resignado
con ellos. En ese sentido, varios titulares acaparan mi atención, el principal
es la muerte del gran periodista y novelista colombiano Gabriel García Márquez.
Dueño de una prosa irresistible, mágica y libertaria, Gabo,
contradictoriamente, también abrazó como suya a la revolución cubana de Fidel
que se dedicó a quitarle la libertad a su pueblo, libertad que él jamás se
permitió quitar a sus personajes. Cómo pudo alguien, reconocido periodista en
mayúsculas, haber hecho tan poco para interceder con su amigo revolucionario para
que se libere a los periodistas independientes que la Primavera Negra arrojó a
pudrirse en sus cárceles. Unas cuantas palabras sobre libertad de prensa y
sobre buen periodismo, como las que luego impregnaron su escuela de periodistas
en Cartagena, hubieran servido para cambiar la situación. Posible es que por
debajo de la mesa Gabo haya hecho mucho. Pero no haciendo público algo que hubiera
podido avergonzar a su amigo o romper una amistad íntima de décadas, se omitió
una buena posibilidad. Creo que esta fue su gran contradicción.
El EE.UU. de hoy, gracias a
las nuevas tecnologías de la información que creó y exportó generosamente para
el mundo, han mostrado a la gran nación con sus grandes contradicciones, y para
ello bastaron sus propios ciudadanos como Edward Snowden, Bradley Manning,
quienes a su estilo trataron de convertirse en los “garganta profunda” del
Watergate aquel, pero sin la pericia del anonimato de antaño, sino enfundados como
personajes de reality show, parte de una cultura “feisbuqueana” que ha hecho de
la vanidad y el narcisismo un rasgo habitual de nuestro tiempo. Pero hoy el
titular que más llama la atención, es el que se desprende de un informe de
Naciones Unidas, que retrotrae la memoria a “12 años de esclavitud”, donde se
aprecia un país contradiciendo a su propia historia y a sus líderes, de Abraham
Lincoln a Martin Luther King, en el que los negros – y también los latinos –
debido al color de su piel, no tienen las mismas oportunidades educativas, un
tono distintivo de la desigualdad que sigue imperando en el país.
Y el otro titular que me
llamó la atención es el que rescata a Cristina de Kirchner buscando regular los
piquetes, cortes de ruta y protestas populares, para que se transformen en
manifestaciones de civilidad, tratando que el derecho de asociación y reunión
no empañe los demás derechos de los argentinos. Poner cuotas, horarios y restricciones
geográficas a quienes protestan a fin de que los derechos de algunos no pisen los
de sus semejantes, tiene gran sentido común basado en el orden civil y
democrático. Pero el gran contrasentido no deviene de los principios bien
aplicados, sino de la practicidad de una mandataria que busca coartar el
disenso, pero quedando públicamente como demócrata. Porque uno sabe que el peronismo
histórico – especialmente en esta última década de la mano de ella y su marido
- siempre hizo gala de las
movilizaciones para demostrar fuerza política y censurar a la oposición.
Contradicciones o hipocresías son parte intrínseca
de este mundo bipolar que todos estamos destinados a vivir y que, obviamente, también
han calado hondo en nuestra forma personal de ser y actuar.
1 comentario:
García Márquez era un gran amigo de Fidel y hacía de la vista gorda con los crímenes del barbón. Sin embargo, García Márquez había jurado no volver a Venezuela mientras Chávez gobernara ese sufrido país y lo cumplió.
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