Esta semana se pudo observar
la diferencia que existe sobre las repercusiones de lo que publican y dicen los
medios de comunicación, en esa división norte - sur del continente americano,
que va mucho más allá de la política, lo económico y el nivel de desarrollo de
los países.
Mientras en el norte las
revistas Time y Sports Illustrated causaban polémica por sus portadas, la
primera por mostrar al presidente Enrique Peña Nieto bajo el título “Salvando a
México” y la otra mostrando a la muñeca Barbie en traje de baño antes de su
habitual número pre verano, en Brasil y México asesinaban a periodistas, en
Colombia los espiaban y en Venezuela los censuraban.
No solo las tapas de
revistas tuvieron repercusión en EE.UU. en temas de comunicación, también se
reflotó el tema de Edward Snowden por sobre cómo consiguió los documentos de
NSA, y se armó controversia por sobre la compra de Time Warner por parte de la
cablera Comcast, lo que podría derivar en un monopolio con precios de servicios
por cable siderales y aumentar la ya alta ineficiencia de atención a los
usuarios.
En América Latina los temas para
los medios y los periodistas fueron más profundos y preocupantes, no tanto por
lo que publicaron sino por la censura y lo que dejaron de publicar. En Brasil
dos periodistas fueron asesinados, uno, Santiago Andrade un camarógrafo que fue
sorprendido por un explosivo durante una marcha en Río de Janeiro en reclamo
por el aumento del boleto. Otro, Pedro
Palma, un periodista propietario de un periódico al que le dispararon a
quemarropa tres balazos dos tipos que se dieron a la fuga en motocicleta.
En México también la
comunidad periodística está de luto. Fue asesinado Gregorio Jiménez en
Veracruz, y mientras el gobierno dijo que se trataba de un tema personal, no
por cuestiones profesionales, a las horas tuvo que rectificar porque junto al
cuerpo del periodista encontraron el de un sindicalista, sobre el que el
periodista estaba investigando luego de haber recibido amenazas por su trabajo
sindical.
Esa censura en Brasil y
México, se observó extrema en Venezuela, cuando el gobierno sacó de la grilla a
la cadena colombiana NTN24, y prohibió a televisoras informar sobre las marchas
de estudiantes universitarios este miércoles, que arrojaron tres muertos y una
centena de heridos y detenidos. Nicolás Maduro dijo que sacar del aire a NTN24
era cuestión de Estado y por su intromisión en asuntos internos y apología de
la violencia, siguió responsabilizando a los medios locales, principalmente a
los diarios, por desestabilizar al mostrar imágenes y fotografías sobre las
protestas. Con ello justificó mantenerse férreo para que estos no accedan a
divisas que les permitan importan papel y otros insumos para publicar.
En Ecuador la censura
también siguió de la mano del presidente Rafael Correa que insiste en la
culpabilidad del caricaturista Bonil del diario El Universo, a quien se le
aplicó la nueva Ley de Comunicación, lo que evidencia de que se trata de una
ley mordaza aunque el gobierno lo niegue y diga que sirva para “democratizar la
información. En Colombia, los militares continúan negando que no espían a
periodistas, aunque existen evidencias certeras de que sí lo han hecho –
correos electrónicos entre diferentes mandos que así lo atestiguan – contra aquellos
comunicadores que están informando sobre el proceso de paz entre el Gobierno y
las guerrillas narcotraficantes de las FARC.
En Argentina, el Gobierno se
negó a cumplir un fallo de la Corte Suprema de Justicia que le obliga a
entregar publicidad a la televisora Canal 13, propiedad del Grupo Clarín. La
desobediencia es la tercera en esta materia, ya que la Corte obligó por el
mismo propósito a que no se discrimine con publicidad a los diarios Perfil de
Buenos Aires y Río Negro del sur del país.
La presidente Cristina de
Kirchner argumentó que no se cumplirá el fallo porque la Corte debe respetar la
división de poderes en el país, un argumento justamente inválido por todo lo
contrario. Todo vale en el aquelarre de un gobierno argentino que todo lo retuerce,
esconde y manipula, así sean fallos desfavorables, índices de inflación y
niveles de pobreza.
Visto así, el periodismo
latinoamericano pareciera más agresivo y acucioso por los efectos que acarrea. Sin
embargo, no es así; paga consecuencias porque jamás se ha podido consolidar en
el continente una cultura en la que se respete la libertad de prensa y de
expresión, garantías que solo se declaman aparatosamente en las Constituciones.
3 comentarios:
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20170823
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