sábado, 13 de julio de 2013

Francisco: Avaricia, vanidad y lujuria

La humildad que practica y enseña el papa Francisco se está convirtiendo en una fuerza revolucionaria que pudiera liderar cambios a nivel mundial en contra de la corrupción y de los pecados capitales que se asocian con ella, como la avaricia, la vanidad y la lujuria.

Nadie hasta ahora había podido tirar “la primera piedra”, como sí lo puede hacer ahora el flamante Papa, gracias a su vida de pobreza franciscana y a la firmeza con que ha encarado la limpieza de una Iglesia que también se dejó impregnar por los pecados capitales.

Francisco acaba de firmar un decreto que agrava los delitos económicos y sexuales dentro del Estado del Vaticano, en una reforma al Código Penal interno para combatir la corrupción y la pederastia, imponiendo penas de hasta 12 años a crímenes que antes eran solo considerados violatorios de las “buenas costumbres”.

A poco de asumir, Francisco había dado muestras de su determinación pidiendo que se actúe con la justicia ordinaria en contra de los abusos sexuales y la corrupción. La semana pasada, Nunzio Scarano, un alto prelado de la Santa Sede, fue detenido por lavado de dinero, mientras la comisión de investigación sobre el banco del vaticano, desembocó en la salida de sus máximos responsables.

Pero el Papa no solo está limpiando la jerarquía eclesiástica, también promueve que se abrace la frugalidad y la humildad en sus predios como en las de los gobiernos del mundo entero. De ahí que no le tiemble la voz para criticar al “capitalismo salvaje”, la “dictadura de la economía” o la adoración del dinero, que desafiar a sus propios curas y monjas.

Su vida frugal y de renuncia a los lujos y comodidades del Vaticano son ejemplo de la dolorosa reforma cultural que está imponiendo en la curia toda. Nadie se salva de sus enseñanzas. Francisco sorprendió a los más de seis mil futuros seminaristas que le visitaron en el Vaticano, expresándoles el dolor que siente al ver a sacerdotes y monjas en “autos último modelo”, pidiéndoles un servicio desde la moderación, orientado hacia los pobres y con alegría, “sin cara de vinagreta”, valores que enseña desde el ejemplo de la Madre Teresa.

Su coherencia entre sus dichos y su práctica de vida - como aquel Gandhi mundano que hablaba de paz y practicaba la no violencia – le siguen ganando afectos y seguidores. La versión italiana de la revista Vanity Fair lo acaba de nombrar esta semana “personaje del año”, no solo por su firme decisión a reformar la Iglesia, sino también por rebelarse a la “globalización de la indiferencia”.

Aquella frase pronunciada ante los inmigrantes africanos en la isla de Lampedusa, su primer viaje fuera del Vaticano, le sirvió para realzar la insensibilidad social ante el sufrimiento y ante muchos pecados capitales que se corporizan e incentivan en la explotación humana y la criminalidad y corrupción rampantes.

Obra de la providencia o de la casualidad, lo cierto es que el mismo día que Vanity 
Fair destacaba a Francisco, la organización Transparencia Internacional divulgaba su informe anual sobre la  corrupción, en el que su país natal, sobresale como el más corrupto de América Latina.

La encuesta de Transparencia, Barómetro Global de la Corrupción 2013, muestra que el 72% de los argentinos considera que las irregularidades crecieron en el país, un índice superior al de México con 71% y al de Venezuela con 67%, las que se perciben principalmente en el entono del gobierno, en el congreso y las policías.

El nuevo liderazgo de Francisco, no está dado tanto por sus declaraciones sino por su ejemplo de vida y por cómo es percibido por la gente en su lucha contra los pecados capitales. La definición más acertada de Francisco la dio el cantante Elton John, quien tras la dedicación de Vanity Fair, lo describió como “un milagro de humildad, en la era de la vanidad”.

Difícil será que la fuerza vivencial y moral de Francisco pueda por sí sola ayudar a crear una nueva cultura anti corrupción. Pero el contagio de su enseñanza seguro que ayudará. La encuesta de Transparencia mostró que nueve de cada 10 encuestados, de un universo de 114 mil personas de 107 países, dijeron estar dispuestos a actuar en contra de la corrupción.

El liderazgo de Francisco se percibe como sustancial en esta tarea.