La revista Vanity Fair en su edición italiana elogió al papa Francisco
y los destacó como el “Personaje del Año”, entre otras cosas, por su célebre
frase sobre “la globalización de la indiferencia”, una frase que se ha
atribuido a sí mismo como a toda la humanidad, por la falta de insensibilidad
al sufrimiento de muchos ya sea por cuestiones de inmigración, criminalidad y
por los estragos de la corrupción
El honor al flamante Papa también tiene que ver con las reformas
internas de la jerarquía de la curia, con su firme disposición a limpiar a la
Iglesia de su peor pecado, la pederastia, y por reformar el banco del Vaticano
por los sonados casos de corrupción.
La criminalidad de la corrupción ha merecido pronunciamientos internos
y constantes del Pontífice y, casualmente, Vanity Fair, lo destaca el mismo día
que Transparencia Internacional reveló su informe anual en el que su país
natal, Argentina, sobresale como el país más corrupto de América Latina.
La encuesta anual sobre la percepción de la corrupción a nivel
mundial, Barómetro Global de la Corrupción 2013, muestra que el 72% de los
argentinos considera que la corrupción en su país ha crecido, índice superior
al de México, con 71%, y a Venezuela que se posiciona en tercer lugar con 67%.
En la mayoría de los países, la corrupción más rampante es atribuible
a instituciones públicas, generalmente a los partidos políticos así como los
Congresos y a las fuerzas policiales.
La fuerza de Francisco está dada por una reforma importante en la
Iglesia de fondo y de formas. Su vida frugal y humildad han dejado
boquiabiertos a propios y extraños, mientras que su continua autocrítica
institucional se muestra como un latigazo para aquellos que habiendo hecho
votos de pobreza nadan en la opulencia. De ahí su enojo con los curas y las
monjas preocupados por sus “autos último modelo” y no por el servicio.
Este llamado a la anticorrupción interna, la que él practica todos los
días con gestos de humildad, seguramente hará mella en todas las estructuras de
la Iglesia Católica. Lo importante será que una vez que la nueva cultura anti
corrupción y anti pecados capitales como la lujuria y la avaricia prenda en las
estructuras eclesiásticas, pueda ser luego contagiada a todas las instituciones
de la vida pública.
Falta ahora que Francisco sirva de ejemplo a otros líderes políticos y
que alguien se aventure para hacer de esas reformas anti corrupción, una forma
de vida y la pueda inculcar en la vida cotidiana de su país. Será así una de
las mayores contribuciones a erradicar la corrupción, una de las violaciones
más flagrantes a los derechos humanos.
1 comentario:
Este viejo ha salido muy inteligente. De seguir asi puede hacer cambios de verdad en la Iglesia.
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