La buena noticia es que en
este 2012 no hubo fin del mundo como algunos pronosticaban. La mala, es que el
año cerró con la creación de una nueva cortina de hierro entre gobiernos que
quieren un internet libre, abierto y gratuito, y otros que lo prefieren
controlado.
La división entre países es
similar a la que se experimentó durante la Guerra Fría que culminó tras la
caída del muro de Berlín. Hoy, en esta guerra digital, de un lado están EE.UU,
Canadá, la Unión Europea, Australia, India y Japón. Del otro, Rusia, China,
Irán, Turquía, la mayoría de países árabes y africanos y, lamentablemente,
varios latinoamericanos: Argentina, Brasil, Cuba, El Salvador, Guatemala,
México, Panamá, Paraguay, Rep. Dominicana, Uruguay y Venezuela.
La división sobre la visión
y el futuro del internet – como adelanté semanas atrás – se agudizó en la
Conferencia Mundial de las Telecomunicaciones (WCIT) que terminó el 14 de
diciembre en Dubai, organizada por la Unión de Telecomunicaciones Internacional
(UTI), con el fin de actualizar un protocolo que rige las comunicaciones desde
1988.
Aunque no hubo consenso, se
creó un documento que entrará en vigencia en 2015 para los 89 países
signatarios, pero no así para los 55 que negaron su firma, al argumentar que el
nuevo protocolo permitirá a los gobiernos justificar restricciones al internet.
Los defensores del nuevo tratado, por otra parte, dicen que no es vinculante o
mandatorio, y que los gobiernos censuran o pueden hacerlo sin necesidad de
documento alguno.
Pero pese a que no es
obligatorio, el peligro es que los gobiernos lo podrán usar para justificar
controles e imponer sanciones; los jueces, para fundamentar sus fallos y crear
antecedentes negativos y los legisladores para argumentar leyes restrictivas.
No es casualidad que los
gobiernos signatarios, pese a que arguyen que no se entrometerán con los
contenidos y que necesitan instrumentos para combatir virus, basura electrónica,
pornografía infantil y a los hackers, no se caracterizan por ser respetuosos de
la libertad de expresión. Turquía, China, Vietnam, Azerbaiyán, Arabia Saudita y
Cuba (todos firmantes) han encarcelado a la mayoría de los 232 periodistas e
internautas en 2012, según el conteo del Comité para la Protección de
Periodistas. La mitad de ellos trabajaban en medios digitales, habiendo sido
acusados por delitos armados para acallar las críticas a los gobiernos, tales como
atentar contra la soberanía, traición, irrespeto a las autoridades y apología
del terrorismo.
Lo que más se criticó de
este proceso de la UIT es la falta de transparencia que se manejó la UIT y que
el documento fuera solo discutido por los gobiernos sin la participación de la
sociedad civil, cuando el internet prosperó y se desarrolló a una velocidad
vertiginosa gracias al sector privado, sin ataduras de las autoridades.
Por suerte, el documento
adoptado es menos perverso que el original presentado por China que sí imponía
controles concretos al internet. El plan fue desbaratado gracias a que la
sociedad civil alzó su voz, después que los burócratas comenzaron a filtrar los
documentos en un sitio de internet creado por dos profesores universitarios,
Eli Dourado y Jerry Brito. Ahí se supo sobre la pretensión de que el internet
tuviera un espacio más reducido y controlado.
Según el plan, los gobiernos
hubieran podido inspeccionar correos electrónicos, censurar contenidos y darle
a las Naciones Unidas la administración del internet. Además, los usuarios
pagarían por conexión, servicios y tiempo de descarga; mientras que los
proveedores podrían cobrar tarifas diferenciadas por distintos tipos de
servicio. Todo ello, desbaratando las características del internet: Libre,
abierto y gratuito.
Ayer como hoy, en esta
renovada guerra fría, están aquellos países que argumentan que la información
es un servicio público y, por ende, debe ser controlada por el gobierno.
Mientras que por el otro, se argumenta que es un derecho humano, por lo que es
el Estado el responsable de garantizarlo y hacerlo respetar.
A nivel de comunicaciones, lo que dejó Dubai es peligroso. Creó en la era digital, la misma división física e ideológica que en la década de 1970 propiciaron muchos gobiernos estatistas con el restrictivo Nuevo Orden Mundial de la Información.
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