sábado, 16 de julio de 2011

Persecución genética a los Noble Herrera


Desde Venezuela a Argentina, los gobiernos latinoamericanos más populistas y progresistas han utilizado todo tipo de artimañas para perseguir a opositores, jueces, periodistas y medios independientes. Desde escuchas telefónicas para espiar a los periodistas como en Colombia, Argentina o en Perú; juicios millonarios por decenas de millones de dólares contra periódicos y reporteros en Ecuador; acusaciones de conspiraciones imperialistas en Venezuela y hasta adjudicarles a los dueños de una papelera en Argentina, de la que el estado es dueña junto con Clarín y La Nación, crímenes de lesa humanidad.

Pero de todo este tipo de ataques en contra de los “conspiradores burgueses” la más llamativa es la que el gobierno argentino y algunas organizaciones como las Abuelas de Plaza de Mayo, con fines y propósitos inobjetables, han mantenido por años contra los hermanos Marcela y Felipe Noble Herrera, hijos adoptivos y herederos del emporio periodístico de su madre Hernestina.

Los objetivos de las Abuelas siempre fueron nobles y loables, y el legado que están dejando para los argentinos es inobjetable, buscando hijos y nietos de desaparecidos de la sangrienta dictadura militar que tuvo lugar de 1976 a 1983. Lo que es objetable, sin embargo, es que la estructura de las Abuelas también se prestó a una cacería de brujas de parte del matrimonio Kirchner que buscó y utiliza cualquier tipo de artimaña para desacreditar y destruir a Clarín.

En estos últimos años, esa persecución se abalanzó contra los hermanos Noble Herrera, más allá de la intención de descubrir su origen y si realmente eran hijos de desaparecidos, para testimoniar la teoría de que su madre tuvo distintos niveles de confabulación con los militares y de ahí desencadenar estrategias variadas para confirmar las teorías conspirativas que tendría a Clarín como creador y ejecutor. Para el gobierno, descubrir que los Noble Herrera son hijos de desaparecidos hubiera sido el broche de oro para que todo cierre perfecto.

Pero después de años tras la búsqueda y de jueces probos e impropios que terminaron por hacer el jueguito a favor del gobierno, casi nunca pensando en que Marcela y Felipe también eran víctimas en el proceso – que nunca fue íntimo como este tipo de casos merecería – las pruebas fueron fulminantes y concluyentes: “Los resultados del examen central de ADN, que comparó los perfiles genéticos de Marcela y Felipe con las muestras biológicas de personas desaparecidas en los años 1975 y 1976, confirmaron que los hijos de la directora de Clarín no son hijos de desaparecidos”, según destaca en su primera plana de internet e impreso el diario.

Ante la comprobación del estudio realizado en el Banco Nacional de Datos Genéticos de que la acusación de la demanda era falsa, quedará por verse a partir de ahora que hará el gobierno, desde Cristina de Kirchner hasta sus más encumbrados funcionarios, para zafarse de todos sus dichos públicos, en actos y ceremonias partidarias, de todas las declaraciones en las que jamás se cuidaron quizá del elemental principio de “presunción de inocencia” que le cabía a la dueña de Clarín, a quien acusaron de conspirar con los militares y ladrona de bebés.

Ojalá, por Marcela y Felipe, que persecución genética termine y que si hay mayores evidencias se sigan manejando bajo un proceso judicial normal sin mezclar sus asuntos con otros que huelen a cacería política más que a defender los derechos humanos de los desaparecidos y de quienes sufrieron y sufren como consecuencia de la dictadura.

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