Si hubieran atentado contra la vida de Hugo Chávez o si hubiera sufrido un accidente donde otros serían los responsables, sabríamos – y lo más importante, los venezolanos lo sabrían – todo lujo de detalles y desde todo ángulo posible. Pero como se trata de una enfermedad, donde no hay responsable más que el destino, la mala suerte o el descuido o negligencia personal, el régimen chavista practica el hermetismo y la falta de transparencia, agravando la situación con la búsqueda de responsables en otros lados, ya sea la oposición o los medios independientes a los que se acusa de incentivar los rumores, sin distinguir que ambos tienen la obligación de buscar la verdad o exigirla, anteponiendo el derecho del público a estar informado y saber. De eso se trata la democracia; el gobierno es solo depositario de la confianza de los ciudadanos para administrar los bienes que son de todos, pero no debe adoptar un papel de privilegio frente a quienes tiene que servir.
Comportarse de otra manera es simplemente adoptar un papel de superioridad, de sentirse por arriba de otros, de igualarse a un ser superior.
Se puede especular que Chávez tiene una enfermedad grave más allá del absceso pélvico o que retornará con bombos y platillos el día de la independencia el 5 de julio ante un desfile militar de proporciones chinas o soviéticas para tratar de recuperar la popularidad que se le escapó. Pero lo que no se puede especular es la irresponsabilidad de un jefe de Estado y de quienes le rodean, de que traten el simple tema de una enfermedad como si fuera secreto de Estado. Fernando Lugo, el presidente de Paraguay tuvo también este tipo de reacciones cuando por primera vez llegó a Brasil para tratarse de un cáncer linfático, pero después pudo más la presión de la gente, de la oposición, de los medios y de la Constitución para que se informe detalladamente lo que le estaba sucediendo. Quizás otra hubiera sido la historia sino se sometía a quimioterapia, pero debemos juzgar que al final hubo transparencia.
Los gobiernos autoritarios y populistas, así sean los de Fidel Castro o de Juan Domingo Perón, siempre guardaron con sigilo información de interés público como sus enfermedades, alimentando a sus poderes con mitos, rumores y leyendas que luego fueron utilizados por la propaganda o asumidos por la masa para seguir endiosando a sus ideólogos progenitores.
Otro presidente latinoamericano que suele arroparse con vestimenta de superioridad es Rafael Correa. Este fin de semana dijo que perdonaría de un juicio por 80 millones de dólares y tres años de cárcel que le sigue a directivos del diario El Universo si estos rectifican una información. La demanda por injurias se debe a que en una columna, el editor de Opiniones publicó que la revuelta policial no tenía nada que ver con un golpe de Estado y acusó a Correa de tergiversar los hechos.
Correa cree que nadie en su país se puede escapar de la verdad oficial, a la cual considera la única, es decir que lo que realmente hubo en el motín policial fue un intento de golpe de Estado. El problema que enfrentan los demandados es que nadie tiene confianza en la objetividad y equidad de un Poder Judicial que luego de la consulta popular que autorizó la creación de un consejo estatal para nombrar jueces – ante la denuncias de Correa de que la justicia es corrupta – la justicia pueda cumplir con su papel de independencia.
Correa insiste - como lo ha hecho frente a otros que también demanda por millones de dólares – que los perdonará o retirará las demandas, como si se tratara de un juego de superioridad en el que puede castigar y perdonar a su antojo.
Correa tiene el derecho a considerarse perjudicado por lo que se diga, pero si fuera ciudadano común y corriente. Sin embargo, como Presidente y figura pública máxima del país, es sujeto de escrutinio, de críticas y opiniones por más dolorosas que le resulten; esa es la función de la libertad de expresión en una democracia, una cultura que él no está ayudando a instalar en la democracia ecuatoriana, siendo esa una responsabilidad que tiene como representante del gobierno y del Estado, según mandato constitucional.
Si fuera presidente de EE.UU. Correa no aguantaría el embate que en este país sufren los presidentes. Si George W. Bush actuara como él, hubiera tenido que enjuiciar a cientos de periodistas o al irreverente cineasta Michael Moore porque le endilgaron teorías auto conspirativas sobre Setiembre 11, especificando que no se trató de un atentado terrorista, sino auto infligido.
Chávez y Correa no son personas superiores. Todo lo contrario. Su mandato es servir, rendir cuentas y ser transparentes.
4 comentarios:
Tiene razón en cuanto a los complejos de superioridad que despliegan estos individuos. Pero eso no es nuevo. De hecho, a travéz de la historia se ve como naciones europeas tomaron ventaja de estas características culturales para conquistar y subyugar el continente entero. Sabemos como Francisco Pizarro manipuló el ego de Atahualpa para que eliminara a su propio hermano Huáscar y así obtener TOTAL dominación del imperio Inca. El resto es historia que no ha cambiado excepto por la vestimenta...
Creo que el autor se refiere mas al impacto que se produce en la población a causa del ego desmedido de algunos gobernantes.
Cada quien tiene sus pajaritos en la cabeza, pero lo malo es cuando limitan los derechos de los demás en beneficio de ese ego.
Recordemos que los pueblos votaron por este par de tumores. Los pueblos ciegos son los causantes de tan triste situación.
Sr. Trotti usted dice que si Correa fuera presidente de EEUU...etc.etc. Es un imposible. El pueblo gringo no es perfecto pero tampoco inmaduro. Un mediocre tan grande jamás llegaría ni siquiera a candidato.
Lo siento Trotti, pero no estoy de acuerdo con su titular de hoy.
Esos preclaros farsantes no se comportan superiores. Si fuera así los pueblos que gobiernan vivirían hoy mejor que antes de ellos llegar al poder. Habría seguridad, habría trabajo, habría progreso.
Se comportan como lo que son, menos que mediocres porque hasta esa palabra les queda grande.
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