Tal como estaba previsto ayer 10 de mayo, el reconocido y reputado Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), con sede en Londres, dio a conocer su informe sobre el análisis de los archivos electrónicos y otra documentación que el gobierno colombiano incautó al guerrillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Raúl Reyes, después de su asesinato en territorio ecuatoriano en un bombardeo en 2008.
El análisis de 240 páginas y denominado “Los Archivos de las FARC: Venezuela, Ecuador y el Archivo Secreto de Raúl Reyes”, establece que los documentos no fueron alterados, según organismos autónomos como la Interpol, y evidenció lo que ya se había revelado a través de canales políticos y en medios de comunicación. Hugo Chávez tuvo una amplia compenetración con las FARC a la que consideraba una fuerza de choque útil para detener cualquier revuelta interna, como la de abril de 2002 que lo destronó por varios días, o para neutralizar alguna invasión por parte del “imperio”.
Lo nuevo, tal vez, es que los funcionarios chavistas habrían pedido a las FARC que entrenaran a milicianos del Partido Comunista Venezolano y a varias células radicales del barrio 23 de Enero en Caracas en tácticas de guerrilla urbana y rural y que asesinaran a opositores. A cambio, había una danza de 300 millones de dólares, para inducir diplomáticamente a gobiernos del mundo para que las FARC no sean consideradas como terroristas, sino una facción bélica dentro de un conflicto armado; y espacio en territorio venezolano como guarida y centros de descanso y entrenamiento. Todo esto con la ayuda, según los documentos, del actual jefe número dos de la DISIP venezolana, Ramón Rodríguez Chacín, y el ex alcalde del municipio Libertador de Caracas, Freddy Bernal.
Lo bueno de estos documentos que podrían catalogarse de los Wikichávez, es que también revelan que el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, quien por estos días está alterado por los resultados de una consulta popular que no le ha resultado tan favorable como esperaba, recibió 400 mil dólares para su campaña electoral del 2006.
Las nuevas relaciones que el presidente colombiano Juan Manuel Santos ha tejido con sus vecinos, advertían que Colombia daría vuelta la página y que no seguiría con la política de confrontación de su antecesor Alvaro Uribe. Hasta aquí se podría analizar si la actitud de Santos es buena, oportuna o conveniente, sabiendo que tiene la sartén por el mango; o si esta indiferencia al contenido revelado menoscabará su popularidad que ya empezó a decaer.
Lo cierto es que más allá de la responsabilidad de Colombia sobre las FARC, el acercamiento de las guerrillas a Venezuela y Ecuador implican que son los pueblos, los políticos, los congresos y la justicia de estos dos países que tendrán que investigar y juzgar estas relaciones macabras.
Pero sabiendo el autoritarismo con el que manejan sus países, fácilmente Chávez y Correa dejarán este episodio como parte de las anécdotas sobre corrupción de sus gobiernos. Pronto todo será sólo anécdotas.
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