lunes, 9 de mayo de 2011

Propaganda avasalladora en Argentina


Tras unos días de descanso y de mirar a la Argentina en forma más objetiva a la distancia – después de regresar el viernes pasado con una misión de la SIP para analizar la situación de la libertad de prensa – me perturba pensar cuán avasallador es el aparato de propaganda oficial, que a todos por fuera de él, deja frustrados e impotentes.

El sistema de propaganda de quienes detentan el poder siempre fue grande, pero el que está demostrando el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner es superlativo. Y esto parece agravarse a medida que se acercan las elecciones de presidenciales de octubre próximo. Tras hablar con muchos políticos, legisladores, periodistas y líderes de opinión, es fácil advertir y sentir que existe un sentimiento de impotencia frente a un aparato que diluye todo gesto político opositor o cualquier investigación periodística que denuncia corrupción.

El aparato de propaganda está sustentado por un presupuesto enorme que le sirve para comprar espacios en medios de comunicación, regalar fútbol y comprar conciencias; y hacer mucha contra propaganda, usando medios amigos, aliados, oficialistas y públicos (que en Argentina jamás se usaron con criterios estatales sino sólo a beneficio de quien ostenta el poder) para denigrar a opositores, insultar a cualquiera que piense o diga diferente o desmentir todo lo que pueda afectar la imagen y las acciones de gobierno. Peor aún, es que todo este aparato gigantesco ya ha entrado en una vorágine infernal en que se retroalimenta a sí mismo, ya que al generar más oposición, también utiliza mayor presupuesto para contrarrestarla.

Lo que muy pocos piensan, como siempre sucedió en el país, es que ese aparato es sustentado por dineros del público que el gobierno gasta a su placer, como si fueran propios; lo que no es otra cosa que malversar fondos públicos o corrupción.

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