Terminó el mejor y más lamentable chiste del año en La Habana. Con el fin del VI Congreso del Partido Comunista los miembros reincidentes y cada vez más viejos del PC se endulzaron la boca con la palabra revolución.
Una palabra totalmente hueca en la historia sino está acompañada de un gran progreso del ser humano. Las verdaderas revoluciones son las que modifican para bien la vida de los ciudadanos y realzan los valores y derechos humanos; de ahí que la más recordada y relevante fue la que consignó aquellas palabras sagradas de toda sociedad: libertad, igualdad y fraternidad.
La revolución que los jerarcas cubanos de hoy ratificaron en Cuba adolece de los mismos valores que le fueron incautados al pueblo cubano por más de medio siglo, especialmente aquellos que tienen que ver con el preciado don del libre albedrío del que Dios dotó a todas sus criaturas. La libertad es la esencia, el origen y causa de cualquier otro valor. Nada, sin ella, tiene sentido.
La vieja dirigencia que se apoderó por décadas de las voluntades de su pueblo y que hoy se ratificó en el liderazgo por 10 años más, solo atinó a ofrecer unas tibias reformas económicas, carentes de algún atisbo democrático.
Sin libertad ni democracia, Cuba es hoy una vergüenza para el continente y para la raza humana. La única transformación que la historia le adjudicará a quienes se mantienen en el poder, es la de haberle robado la libertad a su propio pueblo.
Nada justifica ese robo. Y por ello, es obvio que la dirigencia cubana, habiendo ratificado a Raúl Castro y rendido pleitesía a Fidel Castro y a los mismos de siempre, solo atina a perpetuarse en el poder para conseguir dos fines que son primordiales para cualquier dictadura: inmunidad e impunidad.
Los cubanos y todos los humanos merecemos mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario