El presidente ecuatoriano Rafael Correa no es original en casi nada, solo una copia más de las locuras de su vecino Hugo Chávez. Esta vez lo demostró al haber criticado a los legisladores de su propio partido que no se pliegan a la consulta popular que propone para, entre otras cosas, someter al Poder Judicial mediante una reforma que le permitirá nombrar más jueces y controlar la justicia por espacio de 18 meses.
Llamó a los legisladores oficialistas “traidores” e ``izquierdistas oportunistas'' por haberse separado de su bloque. Me refiero que es igual a Chávez porque una ley de fines de diciembre en Venezuela prohíbe a los legisladores cambiarse de bando político, justamente porque son considerados traidores a los votos que consiguieron en su campaña proselitista.
Es decir, para Correa y para Chávez nadie puede cambiar de parecer, de opinión y opinan que la lealtad está por arriba de la libertad de conciencia como por ejemplo, votar en contra de una iniciativa del propio bloque a pesar de que haya sospechas de corrupción. Creen en la lealtad debida, en la obediencia debida, algo que es entendible por la formación militarista de Chávez, pero inentendible en el caso de Correa.
Ambos tienen una visión realmente muy rara y personalista de la democracia. Su autoritarismo es realmente una traición a los valores democráticos.
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