A algunos vicepresidentes el puesto les ha servido para llegar a lo más alto, como la presidenta electa de Costa Rica, Laura Chinchilla, pero por lo general la vicepresidencia suele ser un cargo muy decorativo en la política latinoamericana.
Excepto, en estos momentos, en Argentina y Paraguay, donde los vicepresidentes son como piedritas en el zapato, para Cristina de Kirchner y a Fernando Lugo, quienes ya deben estar muy arrepentidos de tenerlos en el cuartito de al lado. No es para menos, estos vicepresidentes, Julio Cobos y Federico Franco tienen vida propia, y la sienten como tal, ya que arribaron al poder en su calidad de extrapartidarios a la fórmula presidencial.
El gobierno argentino ya no aguanta más a Cobos. Le ha pedido la renuncia millones de veces desde que votó en contra de Cristina hace un año atrás por el conflicto con el campo. Este fin de semana, cuando lo empezaron a criticar públicamente por votos en el Senado (impuesto al cheque) en contra de los intereses de Cristina, Cobos reaccionó que no se callaría, e intimó al gobierno a investigar la corrupción y combatir la inflación. La respuesta fue dura debido a que la presidenta lo llamó “croupier” por lidiar favorablemente con la oposición.
Por su parte, mientras Cobos hace una oposición activa dentro del Congreso, como presidente del Senado, el paraguayo Franco tiene un rol activo pero desde afuera, organizando marchas en contra de Lugo a quien acusa de excluir a sus correligionarios después de que llegaron juntos al poder tras los 61 años del Partido Colorado, a través de la Alianza Patriótica para el Cambio.
Franco celebrará este martes 20 de abril el segundo aniversario de la llegada al poder en un acto paralelo al de Lugo, porque dijo que no había sido invitado al evento principal.
Muchos creen que hay una falta de ética profunda por parte de los vicepresidentes por no renunciar a sus cargos cuando ya no comparten absolutamente ninguna simpatía con su propio gobierno. Otros consideran que fueron elegidos también por el voto popular y se deben a ello más allá de las diferencias. Algunos, consideran que esas piedras en el zapato ayudan a generar una oposición interna – especialmente en Argentina – limitando la soberbia del gobierno ante una oposición que a veces parece vencida por el aparato gubernamental.
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