Que Marcelo “muñeco” Gallardo y Martin “loco” Palermo hayan hecho los goles y que el “pato” Abondanzieri le haya atajado un penal al “burrito” Ortega, habla de que se jugó un superclásico como si hubiera sido hace 10 años atrás, cuando estos jugadores estaban en el apogeo de sus carreras.
Esto habla del desastroso partido que fue el super clásico, uno de los más importantes del mundo, y aún más de lo que sucede en el fútbol argentino, que se nutre de estrellas casi apagadas que llegan a jugar sus últimos cartuchos después de que jugaron sus mejores tiros en Europa, engañándonos de que traen la experiencia y la sabiduría de regreso a cambio de minutos de gloria y nostalgia.
Con la fuga del talento y la exportación de los mejores jugadores, el fútbol pierde de la misma forma que otras actividades con la fuga de cerebros. Contra eso no hay nada que hacer, porque la ley del mercado es la que manda y los “euros” atraen a equipos, clubes y menores que se dejan arrastrar para asegurar el futuro de una carrera que con suerte les da 10 años de buenos salarios y opulento pasar. Dos años en Europa equivalen a 10 o más en la primera de Argentina, Brasil o México.
El fútbol como otras actividades está en declive en Latinoamérica. Los buenos jugadores hay que buscarlos en los canales que muestran el fútbol europeo. Y por eso, mejor que un River – Boca es mejor hasta ver un partido entre rivales mediocres, como pueden ser Real Madrid contra el Getafe o el Barcelona contra el equipo de Almería.
Vi un super clásico aburrido y me acordé de otros llenos de gloria. Me gustaría volver al pasado.
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