domingo, 24 de mayo de 2009

Deterioro de las instituciones democráticas

Las instituciones democráticas de América Latina están débiles y no creo que se le pueda echar la culpa a los imperios totalmente, como suele hacer Hugo Chávez y otros presidentes neo populistas. Mucha de la culpa está en nuestro propio suelo.
Este es el discurso sobre el deterioro de las instituciones democráticas que ofrecí ayer en un Foro latinoamericano sobre derechos humanos y libertad de expresión convocado por la Nicaraguan Civil Task Force con sede en Miami.
Quiero expresar algunos puntos de vista sobre las instituciones democráticas desde la óptica de la libertad de prensa, mi trabajo diario.
La más importante es que resulta fácil observar la directa relación que tienen la democracia y la libertad de prensa. Diría que son inversamente proporcionales. A mayor libertad de prensa, menor democracia y viceversa.
Si uno observa los atropellos que se registran en un país contra la libertad de prensa y de expresión de los ciudadanos, puede observar indefectiblemente el grado de democracia que existe.
Para muestra vale observar lo que sucede con Globovisión en Venezuela o contra La Prensa, Canal 10 y Nuestro Diario en Nicaragua o La Prensa de La Paz o La Prensa de San Pedro Sula.
Ese clima de confrontación, polarización y atomización entre el gobierno y los medios de comunicación en cada uno de esos países, es el mismo clima que está generado entre el gobierno y los partidos de oposición, la propiedad privada, la educación, etc…
Donde en esos países los medios quieren ser subyugados o donde los gobiernos quieren adueñarse de la información y de los medios, o donde quieren crear cadenas televisivas, inventar periódicos y radios y televisoras de propaganda – como en Venezuela, Bolivia y Nicaragua, donde los familiares de Daniel Ortega son dueños de Canal 4 – aunque también vemos que los gobiernos se quieren adueñar del Congreso y del Poder Judicial, de la defensoría del pueblo y de las fiscalías.
Estamos frente a un tipo de gobiernos que les vale madre las instituciones democráticas. Sólo piensan que sus ideologías revolucionarias son las verdaderas y que gobernar es hacerlo de acuerdo a sus pensamientos, no por el bien común del país. Lamentablemente, el pasado pero de gobiernos dictatoriales y autoritarios y corruptos los justifica.
Los estados, como nunca antes, están gastando en propaganda ideológica, ya sea con marchas para contrarrestar movilizaciones de la oposición, como lo hacen gobiernos como el de Chávez, de Ortega o de Cristina de Kirchner o comprando publicidad en los medios amigos que se prestan a ser parte de la maquinaria propagandística del Estado.
Como nunca antes este círculo vicioso entre el Estado todopoderosos, la debilidad pasmosa de los partidos políticos y el desprestigio de las instituciones públicas como la de los tres poderes del Estado, hace que la gente esté cada vez más apática de las instituciones democráticas y le vale un pepino. Es más, por ahí hasta uno escucha peligrosamente a la gente decir que en la época de las botas había más orden.
La reciente Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago desnudó el problema de América Latina. El egoísmo político ha hecho que los gobiernos piensen en los gobiernos, y no en la gente, por eso la agenda derivó con su tema principal si Cuba debería insertarse nuevamente en la OEA; lo que sigue siendo un debate este fin de semana sobre un tema que la Cuba y sus gobernantes vienen repitiendo que no quieren formar parte de ese organismo multilateral.
Miopía política la de incluso nueve presidentes latinoamericanos que viajaron este año a La Habana a rendirle culto a 50 años de engaños mientras un montón de personas, entre ellas unos 300 presos políticos y 26 periodistas se pudren en las cárceles.
La debilidad de los poderes políticos es evidente en América Latina si uno observa de cerca esa miopía y egoísmo político de sistemas que se quieren eternizar mediante las reelecciones.
A gente como Chávez, Correa, Morales, ahora también se le quieren sumar Zelaya, Ortega (o Rosario Murillo), Fernández y hasta posiblemente Uribe, quien todavía deshoja la margarita, y queda confundido porque el 60% de los colombianos apoyan su posible nominación para un tercer mandato; pero igual estuvieron confundidos en otra época Alberto Fujimori y Carlos Menem.
La falta de recambio político, incentivada incluso por los partidos de oposición por ese tipo de acuerdos fraudulentos como el que perpetraron las gentes de Ortega y Alemán, permitirá que cada vez tengamos democracias más débiles y riesgosas.
Y encima, cuando vamos a elecciones se corre el riesgo que en muchos países voten nuestros abuelos muertos y los fraudes sean impúdicos y sinvergüenzas, como paso en noviembre del año pasado en que se robaron las elecciones en muchos departamentos de Nicaragua.
Las instituciones políticas son las más desprestigiadas en general de toda la América Latina. Según el Barómetro Iberoamericano de Gobernabilidad la gente tiene mucha desconfianza en la estabilidad democrática como en Argentina, Panamá Paraguay y Nicaragua; siendo que donde mayor confianza existe es en Uruguay, Colombia y Estados Unidos.
Mientras las Fuerzas Armadas es la institución de mayor prestigio en general, las peores situadas son, en este orden, la Policía, el Congreso y los partidos políticos.
Atado a todo esto, la percepción general promedio indicia que el mayor problema de los latinoamericanos es la corrupción, seguido por el desempleo y la economía, y luego la inseguridad.
La inseguridad, es quizás, el mayor problema que estamos enfrentando en todo el continente, minimizado ahora por las preocupaciones económicas. Y nuevamente se ve acá una estricta relación entre la libertad de prensa y la democracia.
La inseguridad provocada como en México por el narcotráfico, por las mafias en la triple frontera, las pandillas en Centroamérica, la delincuencia común incentivada por la falta de trabajo y la provocada por el propio Estado, ya sea por la corrupción en la administración pública o la ejercida como método de presión para intimidar a los disidentes.
El video póstumo de Rodrigo Rosemberg acusando al presidente de Guatemala Alvaro Colom y a su entorno muestra un poco el problema de la corrupción y la violencia que se origina en el propio Estado. Cuántos videos nos harían falta para denunciar todos los atropellos que quedan escondidos. Por suerte aparecen cada tanto evidencias como éstas o las que dejó Vladimiro Montensinos de cómo la corrupción y la violencia caminan estrechamente de la mano.
Lo más triste y desesperante de todo, es que mientras los gobiernos cometen o permiten que se comentan estos hechos y queden en la impunidad, se viven al mismo tiempo firmando y firmando acuerdos y tratados internacionales que quedan muy bonitos solo en el papel, como la Carta Democrática de la OEA, la que por ejemplo nunca fue impulsada en Venezuela, donde tampoco se obedecen los fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, después de que el Presidente intimidó con el calificativo de pendejo al secretario ejecutivo de la OEA.
No solo es suficiente el atropello, la violencia, la corrupción, el quiebre de las instituciones, sino también la descalificación y el insulto permanente de todo aquel que no piense adoctrinadamente igual. Esto demuestra que el otro verdadero mal de América Latina es la intolerancia.
Qué hacer con tanta desesperanza. A quién responsabilizar.
Nada cambiará en América Latina si no se toma conciencia que la única solución pasa por tener sistemas justos y equitativos. El fortalecimiento de la Justicia, un buen sistema independiente de incentivos y castigos, es lo único que nos hará salir del pozo.
Lamentablemente, esto no se logra de un día para el otro, ni de un lustro para el otro. Se trata de un recambio generacional, los políticos deben sembrar las semillas ahora para que germinen en unas décadas y ahí recién con nuestros hijos o nietos se podrá cosechar.
No hay atajos. Ningún tipo de sistema político nos puede sacar adelante si no es fortalecido con un sistema independiente de justicia.
Está bien por ejemplo que en Guatemala se haya aprobado la ley que permite la transparencia y una mejor elección de magistrados y jueces.
Pero ese mismo celo debería aplicarse en los partidos políticos y en el Congreso, para que haya controles más estrictos de selección, para que se nutran de los mejores, de los más honestos.
Muchas gracias

2 comentarios:

Unknown dijo...

Es muy cierco lo que dice Mr Trotti. El clima que se esta sembrando en Latino America esta occurriendo aqui en EE.UU. ya que esta administracion este en la misma honda que Hugo Chavez. Aqui se estan proponiendo leyes en el congreso para contrarestar las personas de opositoras a este govierno con la hayuda de emisoras como Univision, MSNBC, CNN, y muchas otras.

Turyana dijo...

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