Por su lucha abnegada contra las injusticias, la mujer se transformó en símbolo de los valores humanos. De ahí que la imagen femenina encarne a la justicia, que María sea sinónimo de la piedad y que Marianne, de la revolución francesa, simbolice libertad, igualdad y fraternidad.
La mujer latinoamericana mantiene esa estampa. Los pañuelos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en sus caminatas por Buenos Aires y los gladiolos de las Damas de Blanco cubanas por la Quinta Avenida de La Habana, son la súplica por justicia ante gobiernos que asesinaron y encarcelaron a mansalva.
La similitud de estas agrupaciones radica en su valentía. Nacieron y crecieron durante dictaduras militares. Las Madres y Abuelas se originaron en 1977, un año posterior a que los militares asumieran para reclamar por miles de hijos y nietos desaparecidos. Las Damas se crearon en 2003, un mes después de que la perenne dictadura castrista encarcelara a 75 esposos e hijos disidentes.
Por su mayor antigüedad, las Madres de Mayo han logrado captar solidaridad internacional. Son visitadas y reconocidas en foros, incluso en Cuba, y fueron felicitadas hasta por Fidel Castro cuando cumplieron 30 años de lucha.
Las Damas de Blanco no tienen la misma suerte. El apoyo les es esquivo, inclusive el de seis ingenuos congresistas estadounidenses que visitaron Cuba a principios de abril buscando mayor intercambio económico. Los diputados decidieron no hablar con ningún disidente, una actitud similar a la de nueve presidentes latinoamericanos que peregrinaron hacia la isla este año para pedir el fin del embargo y cantar loas a unos gobernantes, que si vivieran en sus países, los enjuiciarían por violación a los derechos humanos. La falta de solidaridad quedó aún más evidente, después que no reclamaron a los Castro que reintegren las libertades políticas y civiles.
¿Por qué es tan importante la solidaridad? Porque protege a los miembros de un grupo, legitima su causa y prestigia su lucha; y cuando tiene alcance internacional, potencia todos esos aspectos. Por ejemplo, las Abuelas de Mayo eran víctimas de atropello y desatención en su país, hasta que se infiltraron en una visita del canciller estadounidense Cyrus Vance a Buenos Aires en 1977, reclamando por sus nietitos desaparecidos. Al año siguiente, la publicación de un anuncio pagado en La Prensa replicado en diarios del orbe, les dio realce mundial potenciando sus denuncias por justicia y democracia. En el ínterin soportaron duro hostigamiento y hasta desapariciones, pero los turistas que las curioseaban y fotografiaban en Buenos Aires ayudaron a revalidar su misión.
La historia probablemente no será muy benévola con los que pudieron pero no quisieron solidarizarse con las Damas de Blanco que - a diferencia de las argentinas - como también le sucede a Hilda Molina, no tienen permiso para trasladarse fuera o dentro de su país, no reciben cobertura de prensa ni podrían publicar avisos en Granma o Juventud Rebelde.
La solidaridad es una responsabilidad de todos. Si los Castro permiten entrar a los cubanoamericanos a la isla, después de que Barack Obama levantó las restricciones para que puedan viajar y enviar dinero y mercancía a sus familiares, será importante observar si estos nuevos “embajadores de la libertad” - como los denominó la canciller Hillary Clinton - se acercarán los domingos a la parroquia Santa Rita donde las Damas de Blanco atienden misa antes de caminar por la Quinta Avenida habanera. Recibir un gladiolo de ellas, sería suficiente para demostrarles respaldo, darles protección y proyectar su causa.
Tampoco es mala la reincorporación de Cuba a la OEA, a pesar de que ahora los Castro digan que no quieren o pidan que se elimine la institución. Cuando finalmente Cuba se reinserte, tendrá derechos pero también obligaciones. Deberá acatar condenas como la que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dictó por el hundimiento del Remolcador 13 de Marzo, o como aquella de 1978 contra la dictadura argentina, después que las Abuelas de Mayo acudieran al sistema interamericano ante la falta de apoyo de partidos, tribunales, iglesias y medios de su país.
El reintegro de Cuba a la OEA será, en definitiva, la esperanza de las Damas de Blanco y de todo cubano que su grito por solidaridad y justicia será escuchado.
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