El fútbol mueve pasiones y los goles desgarran el corazón, cuando son en contra, claro. No hay mayor dolor que tu equipo pierda un partido en las eliminatorias y en especial por seis pepas, como nos pasó a nosotros esta vez. Hoy miré el fixture de todos los partidos y no podía creer cuando llegué al casillero de Bolivia-Argentina. Todos los demás resultados eran razonables. El nuestro medio lunático, impensable, asquerosamente doloroso.
Cada punto ganado o perdido trajo todo el día discusiones interminables en la radio, centímetros de tinta en los diarios y millones de bytes en todas las decenas de páginas a las que accedí en busca de consuelo. Esta vez en vez de festejar con las nacionalidades ganadoras, y las fiestas en las calles de La Paz, Santa Cruz, Cochabamba, Sucre – al final Evo Morales pudo unir al país - me consolé refugiándome con los mexicanos goleados por los hondureños y con los colombianos y con los ecuatorianos que perdieron dos puntos valiosos en los últimos suspiros del partido contra los paraguayos. Ni siquiera los grandes equipos de Europa perdieron, ya que uno cuando su equipo es vilipendiado, por lo menos se consuela con la derrota de Inglaterra, España, Alemania, Italia, Holanda… pero a todos les fue bien. Entonces perder solo es como más doloroso.
Los mexicanos se están peleando a más no poder, los argentinos, parte de nosotros queremos de vuelta a Riquelme, otros quieren seguir bancando a Maradona y culpar a la altura de La Paz y otros más argumentan que fuimos flojos y no tuvimos los huevos que los chilenos que sí los tuvieron en La Paz. Obviamente, muchos nos calentamos en contra de Maradona por haber antepuesto sus simpatías políticas a favor de Evo Morales cuando el año pasado hizo una campaña intensa para derrotar el reglamento que hubiera prohibido jugar al fútbol por arriba de los 2.500 metros. ¡Qué salame el pelusa! Estuve algunas veces en La Paz y puedo decir que desde que toqué piso en el aeropuerto de El Alto, hasta que me fui, es el lugar de la tierra que más odio porque no entra una sola gota de aire en mis pulmones. Es absolutamente irrazonable vivir ahí arriba, por lo que justifico que un equipo pueda ser derrotado a mansalva y apoyo cualquier iniciativa para prohibir la competencia deportiva en las nubes. Es una competencia desleal. Es como si los adaptados jugaran con la ventaja de tener 50 kilogramos de anabólicos en la sangre.
Una de las cosas tragicómicas que me pasó hoy es que tuve llamadas y correos electrónicos de muchos amigos y conocidos, incluso de los que jamás sospeché que les gustaba tanto el fútbol. Muchos de ellos en forma sincera me cargaban y otros muy mentirosos los carajos – un brasileño y tres chilenos – me llamaron para decirme cuan acongojados estaban y darme unas clases magistrales sobre cómo Maradona hubiera tenido que parar el equipo. Guauuuuu.
La verdad que hace mucho que el fútbol no me dolía como esta vez. Me sentí herido. Ayer a la tarde perdí la concentración y por la noche el sueño. No espero el momento que pasen los días y la herida se cierre. Para colmo con cosas así, como los 5 – 0 de Colombia en el Monumental y este 6 a 1 en el Siles Suazo, por más que uno los quiera borrar o quisiera que lo hipnotices para sacarlo del subconsciente, siempre habrá algún amigo maldito, algún colombiano, un boliviano, un brasileño, que como un gran Freud se encargará de traerlo a la memoria y peor aún, a la memoria colectiva.
2 comentarios:
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