Más rápido de lo que se esperaba el gobierno de Barack Obama está decidido – después de escuchar las críticas de su contraparte mexicana – a enviar a la frontera Sur a la guardia nacional para que detenga no solo el crimen provocado por los narcos mexicanos en ciudades estadounidenses, sino también para detener el tráfico de armas desde el norte.
De la misma forma que Felipe Calderón, al gobierno estadounidense no le quedó otra opción que combatir el narcotráfico con sus mismas armas, ya que la policía y la DEA se ven sobrepasadas por la capacidad de fuego de los sicarios del narco.
De esta forma, Obama da un paso adelante en materia de seguridad interior, aunque no se entiende porque el Congreso estadounidense ha debilitado los fondos para el Plan Mérida, el proyecto multimillonario de ayuda a México para combatir al narco.
La militarización de la frontera, o lo que significa tratar de detener el tráfico de armas hacia el Sur, es la medida más directa que adoptará el gobierno de Obama, una señal alentadora para su visita a México que realizará el 16 de abril y para Hillary Clinton que irá a México esta semana, así como el secretario de Justicia, Eric Holder, y la secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano.
Lo que habrá que monitorear en los próximos meses es cuán efectivo podrán ser los militares, y a pesar de que haya siempre una preocupación por la violación de los derechos humanos, es tan letal el avance del narco que ésta parece ser la respuesta adecuada.
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