sábado, 7 de febrero de 2009

Sandinistas y chavistas

El gobernante Frente Sandinista nicaragüense sigue a pie juntilla las maniobras del chavismo venezolano, tornándose cada vez más agresivo e intolerante contra quienes desafíen sus postulados, así sean sus propios partidarios, ex revolucionarios, liberales, opositores o periodistas.
“Así en Nicaragua como en Venezuela” parece ser la plegaria del presidente Daniel Ortega quien espejándose en el proyecto de Hugo Chávez, cada día más se aleja del sandinismo para conformar un proyecto de culto personal. El “danielismo” se percibe a la luz y en las sobras, tanto en cartelones desperdigados por Managua con el lema “Cumplirle al pueblo es cumplirle a Dios”, como en pactos políticos para esconder fraudes y cobijar corruptos.
Pareciera que todo tuviera que hacerse a gusto o a semejanza de Ortega y su omnipresente esposa Rosario Murillo, de ahí que el cura y ex líder sandinista, Ernesto Cardenal, ahora acosado judicialmente, confesara a una delegación de la SIP que “estamos frente a una dictadura familiar”.
Ortega no solo depende del maná de Chávez sino también aprende de sus tácticas legales y judiciales para disfrazar arrebatos antidemocráticos. Se nutre con estrategias para controlar el poder, desconociendo la independencia de las instituciones, manipula a los órganos judicial y electoral, neutraliza al legislativo y a los partidos políticos, somete a la policía y presiona a la prensa.
Ese control le permitió disimular el fraude en las elecciones municipales de noviembre a expensas del candidato liberal Eduardo Montealegre y otros alcaldes opositores, así como pactar la liberación del corrupto ex presidente Arnoldo Alemán, a favor de conseguir de los diputados “arnoldistas” la reelección presidencial tras una reforma constitucional en ciernes.
Más allá de los poderes públicos, el gobierno utiliza muy bien la agitación y propaganda para profundizar la polarización, logrando que todos deban definirse, a favor o en contra, oligarcas o pobres, imperialistas o “danielistas”. De esa forma capta adeptos, aunque a quienes no consigue persuadir, los neutraliza con violencia. Así como Chávez creó sus turbas y Néstor Kirchner a sus piqueteros, Ortega resucitó fuerzas de choque estilo cubano de su pasada revolución, los Comité del Poder Ciudadano, desconociendo a la policía, generando miedo y desbaratando a opositores con insultos y golpes, coartando así libertades de movilización y asociación.
Esta política de amedrentamiento también es utilizada para castigar a periodistas y dirigentes de ongs., aunque contra éstos prefiere motivar la autocensura con métodos legales y acoso judicial. En un paralelismo con el chavismo que arremetió contra la ong Súmate por malversar fondos provenientes del “imperialismo”, el periodista Carlos Fernando Chamorro y su ong CINCO fueron víctimas de un proceso criminal por un inexistente lavado de dinero de donaciones de gobiernos europeos para proyectos de comunicación, aunque el fin era desprestigiarlo y amordazarlo.
Ortega es alérgico al diálogo y al debate, por eso se niega a dar conferencias de prensa y, como Chávez, prefiere “comunicar al pueblo” a través de actos públicos. La ley de acceso a la información pública en vigencia es opacada por una cultura del secretismo y los medios independientes son castigados con la quita de publicidad oficial, presionados con leyes que elevarían impuestos y discriminados con permisos y licencias.
El gobierno tiene influencia en varios canales y emisoras en los que se despide a comentaristas polémicos o se premia a los dóciles, y ha creado con fondos estatales una red mediática que utiliza como propios, entre los que se cuenta a Canal 4 y al periódico El 19, para difundir propaganda y difamar a detractores al mejor estilo de la “prensa chicha” peruana que manipulaba Montesinos.
Muchos auguran que el futuro es sombrío a pesar de que en las últimas semanas Ortega ha morigerado su discurso como táctica para no seguir ahuyentando la ayuda económica que redujeron EE.UU. y países europeos, desilusionados por la represión general, el ataque a las ongs y el fraude electoral.
Sin embargo, aunque la crisis económica se profundizará por la merma de los subsidios venezolanos tras la caída del petróleo, nadie confía en que Ortega desvíe su atención hacia la economía. Su ambición es todo el poder, controlarlo, así en su tierra como en su cielo venezolano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Parece que el pueblo nicaraguense carece de hormonas masculinas, ese payaso imitador de Chavez y Fidel castro no merece ser presidente, tal parece que se les olvido como los empobrecio durante su primer gobierno y lo esta haciendo en el presente. De una vez por todas rechacen las ambiciones de este violador de su propia hijastra y mandenlo al infierno, para que se encuentre con Somoza, al fin y al cabo son lobos de la misma loma.