La victoria impresionante de Barack Obama este 4 de noviembre es histórica en muchos sentidos, no solo porque ganó en Estados Unidos sino en el mundo entero. Rompió paradigmas y estereotipos. Impuso récords y superó pronósticos.
El senador por Illinois ha merecido adhesiones de gobernantes con ideologías de A hasta la Z, y ha cosechado simpatías de las masas que lo vitorearon y celebraron en la Kenia de su abuela paterna, y en pueblitos de China, como de Japón, Líbano, Brasil o México.
No hubo portada de diario ni editorial, ni sitio de internet, ni cadena de televisión en cada continente que se haya resistido a la obamanía. En gran medida, la buena imagen creada sobre el Presidente electo, ha servido para profundizar y castigar la percepción negativa y decadente de George Bush.
Obama se ha transformado en una marca. La fuerza de sus palabras lo han convertido en un natural encantador de masas. La proyección de una personalidad equilibrada, sobria e inteligente y el apoyo de un aparato propagandístico soberbio, lo transformaron en un ícono casi a la altura de lo que representan Juan Pablo II o Lady Di, aunque con la particularidad sorprendente de que aún no hizo mucho en su corta carrera, que sólo ganó procesos electorales, y a que le restan tres meses para su primera orden ejecutiva.
La potencia y atracción que genera la imagen de Obama en el mundo no es por lo que hizo o creó, sino por la expectativa de lo que hará. En el exterior, su elección despierta la esperanza de que Estados Unidos reformará su liderazgo, borrando estos años en que se tejieron dos guerras y una crisis financiera con devastador efecto dominó. En lo interno, la expectación es restablecer el crédito, crear empleos, evitar que la recesión sea profunda y fortalecer la seguridad ante el terrorismo.
No se puede negar la inteligencia de Obama y la de su equipo para crear su aureola. Fue exitoso en desafiar al “establishment” de Washington y alimentó su campaña con promesas tangibles. Pero su virtud mayor fue la forma de hacer política, modificándola totalmente en el proceso. Si bien se benefició del apoyo de la prensa tradicional, utilizó con éxito las nuevas tecnologías encandilando a jóvenes que lo vieron por YouTube, lo leyeron en sus celulares con mensajes de texto, lo chatearon en Facebook y lo inundaron de donaciones de entre 5 y 10 dólares cada una, con lo que desplegó la campaña política más costosa y efectiva de la era moderna, permitiéndole derribar rivales de talla como Hillary Clinton y John McCain.
Más allá de la creación de la imagen, gracias a su natural condición étnica - no por los hechos, ya que lo había desafiado Jesse Jackson por su indiferencia a enarbolar los principios del movimiento de los derechos civiles de la década del 60 y fue manchado por el racista pastor Jeremiah Wright - Obama encarna la esperanza para morigerar el racismo y la discriminación de las minorías, dando así continuidad a las luchas que eternizaron Martin Luther King, Malcolm X, Rosa Parks y el mismo Jackson, personajes a los que incluso ya sobrepasó en notoriedad y popularidad.
Los desafíos para Obama son grandes y no sólo están basados en la realidad de una crisis económica e internacional apremiante. No se podrá dar el lujo que tuvieron otros presidentes electos de tener una transición parsimoniosa. La reacción de los mercados de estos primeros días demuestra que aunque las imágenes pueden ser positivas y reflejar optimismo, todo se mueve de acuerdo a las percepciones y, en este caso, a la perspectiva de cambio, principal lema de su campaña. En una época perturbadoramente acelerada, se pretenden cambios repentinos.
Obama lleva un lastre muy pesado, porque más allá de la realidad que tiene que enfrentar, su imagen se ha sobredimensionado casi hasta una idolatría mesiánica e irreal. Como cualquier producto del marketing, el éxito y la lealtad a la marca dependerán de cómo podrá satisfacer las expectativas creadas.
Lo importante, sin embargo, es que la obamanía mundial representa un voto de confianza para él y para el país, y existe la esperanza de que el cambio se proyecte más allá de las fronteras.
2 comentarios:
Despues de ocho años de gobierno guerrerista, No cabe duda que el nuevo gobierno sera de tendencia pacifista. La guerra en Irack debe terminar, nuestro pais no puede continuar tratando de ganar una guerra que ni los mismos ciudadanos de Irack desean ganar. Irack es una nacion dividida por siglos de odio entre hermanos. Barack Obama tiene en sus manos el futuro de esta nacion, el pueblo espera mucho de el y no dudamos que sus promesas de candidato, seran realidades en su gobierno.
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